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Su gramática de la lengua náhuatl llegó hasta las manos del cronista Vetancurt a fines del siglo XVII. Otro ejemplar apareció en el pueblo de Tlanepantla en el siglo XVIII. Y un tercero en la Biblioteca Nacional de París. Sus obras en lengua huasteca fueron vistas por última vez en Ozuluama, a setenta kilómetros de Tampico, según oyó decir Vetancurt. Ningún bibliófilo ha podido dar con sus estudios etnográficos. Pero fray Andrés de Olmos no murió an– gustiado por la triste suerte de sus obras escritas. Seguramente. Ha– bía aprendido en vida a ser pobre hasta las últimas consecuencias. Poco antes de expirar, su rostro se transfiguró -cuenta la Rela– ción-. Y los indios de la Huasteca oyeron que en el cielo de Tam– pico sonaba una extraña música de "trompetas, flautas y chirimías". 181
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