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den y con autoridad del visorrey fue a hacer en el dicho pueblo de Tampico una casa". A impulsos de su amor al indio marginado, el anciano misio– nero no sólo llegó hasta las apartadas tierras donde vivía, sino que también se identificó con su pobreza y austeridad de vida. En Tam– pico, al observar que los indígenas vivían en tanta laceria, que sólo podían dar una manta en tributo, optó por vivir -él mismo lo con– fiesa- "en bien pobre casilla de paja". Quería que sus compañeros de misión también fueran pobres. Así lo manifestó el 25 de noviem– bre de 1556, en carta al Consejo de Indias: "Teniendo la dicha pro– vincia religiosos pobrísimos podrán mejor ser atraídos los dichos chichimecas bárbaros al conocimiento de nuestra Santa Fe Cathó– lica y a la obra de Vuestra Alteza". Andaba "siempre a pie por montañas y sierras fragosísimas y por valles y honduras de calores insufribles", al igual que los in– dígenas que los habitaban. En aquellos parajes donde "no tenían ni maíz para comer", fray Andrés Olmos pasaba días y semanas "sin pan, ni vino, ni carne". "Comía cualquier cosa de mal sabor y olor como si fuera sabrosa y olorosa", según la citada Relación. Este sentido de identificación, exigido por un amor sincero y leal al indio, explica el hecho de que un cultivado y sensible etnó– grafo y lingüista se convirtiera en un fraile montuno, austero y ro– to; pero, a su vez, su amor al indio brota de raíces más profundas: de su propia experiencia interior del amor de Dios. Hablando de la pobreza en que él y sus compañeros viven en Tampico, añade que "el principal fundamento" de su género de vida es "el espiri– tual". Y en carta al emperador Carlos V, fechada el 25 de noviem– bre de 1556, pide frailes "pobrísimos y exemplares y deseosos de padecer algo por amor de nuestro Señor Jesu Xristo". De esta dimensión espiritual de su vida irrumpe su celo apos– tólico, la extraña energía que posee en su vejez. En los dos prime– ros años de su estadía en Tampico recorre, evangelizando, toda la comarca. Sube a la sierra de Tamaulipas y se adentra en dirección a San Luis Potosí. Hacia 1559 está tan agotado, que -informa su compañero fray Pedro de San Luis- le obligan a quedarse "guar– dando la casa que fundamos en Tampico". Pero él nunca está ocio– so. Cuando las enfermedades le impiden misionar, se dedica a escri– bir gramáticas y vocabularios. Todavía en 1567 y 1568 permanece activo. Tiene ya ochenta y cinco años. En una de sus últimas su– bidas a la sierra de Tamaulipas predica a los chichimecas "con ex– traño espíritu y fervor" a pesar de padecer intensamente debido a un "apostema y otros accidentes de su enfermedad". Es heroica– mente fiel a su divisa: "La cruz adelante". 179

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