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acción, con indicaciones expresas de los momentos en que los fie– les debían orar, escuchar en silencio, entonar cánticos o arrodi– llarse. Y siempre de acuerdo con las formas mexicanas de piedad. El Tratado de Hechicerías y Sortilegios fue escrito en 1553, en Hueytlapan. Es una adaptación -en idioma náhuatl- de la obra Tratado muy sutil y bien fundado de las supersticiones, hechice– rías y varios conjuros y abusiones, del franciscano fray Martín de Castañega. Dos binomios: estudio y acción, radicalidad y apertura Fray Andrés de Olmos -hombre de acción- no queda satisfe– cho con el estudio y el ejercicio de la pluma. Mientras escudriña adoratorios idolátricos y descifra códices aztecas entre 1533 y 1539, catequiza en Tepepulco y enseña latín en el colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco. Durante su permanencia en el convento de Hueytlalpan -desde 1539 hasta 1554- levanta un hospital, ayuda a construir el monasterio de Tecamachalco, procesa al señor de Matlatlán, idólatra y polígamo, cristianiza la región totonaca y funge temporeramente de guardián en Tecamachalco. Pero nunca evangeliza sin estudiar previamente el idioma y la cultura de la re– gión en la que va a misionar. Durante el lapso de su apostolado en Hueytlalpan y Papantla, escribe Arte de la lengua totonaca y suco– rrespondiente Léxico, que se han perdido. Mendieta advierte que "aprendió y supo muy bien la lengua totonaca". Combinar acción y estudio, apostolado y escritura, es su estilo de actuar, que tam– bién observará en la postrera etapa de su vida, durante los quince años que pasa en la Huasteca. Allí compone Vocabulario, Doctri– na Christiana y Confesionario en lengua huasteca -sus últimas obras, también desaparecidas- mientras desarrolla una intensa y difícil actividad evangelizadora. Fray Andrés de Olmos llega a la Huasteca -región que com– prende parte de los estados de Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí- el año 1554. Cuenta ya setenta años. A pesar de estar "vie– jo y asmático" y tener el rostro "comido de mosquitos y otras en– fermedades", se desenvuelve con tanta energía, independencia y ra– dicalidad, que los fuertes contrastes que presenta su figura se acen– túan en forma llamativa en esta última etapa de su vida. Esta radicalidad explica sus aparentes contradicciones. Espíri– tu cultivado, especialista en cuatro idiomas indígenas (náhuatl, to– tonaca, tepehua y huasteca), profesor de enseñanza superior en Tlatelolco e iniciador de la investigación etnográfica en el Nuevo Mundo, huye extrañamente de los núcleos humanos civilizados. "Se alejaba de poblado y de la frecuencia y conversación de gentes" 177

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