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nimo de Mendieta, Juan de Torquemada y Alonso de Zerita. Va– rios autores, como Paso y Troncoso, García Icazbalceta, León Por– tilla, Edouard de Jonghe, Baudot, Miguelez, J. Wilkerson, han tra– bajado en recuperar fragmentos originales del etnógrafo francis– cano estudiando otros textos y códices vinculados con su obra. De todos estos nobles esfuerzos de restauración se deduce que la Suma contenía capítulos referentes a los mitos, culto, templos, leyendas, tradiciones, orígenes, estamentos sociales y organización cívica de los mexicanos. Olmos complementa sus investigaciones etnográfi– cas con tres obras de carácter lingüístico y literario, que escribe en 1547: Arte de la lengua mexicana, Vocabulario de la lengua mexi– cana y Pláticas (o huehuetlatolli) que los señores mexicanos ha– cían a sus hijos y vasallos. En el Arte, no sólo pone de relieve los elementos originales, irreductibles, de la lengua náhuatl -"algunas maneras de decir que nosotros tenemos en nuestra lengua (castellana) o en la latina, és– ta (la mexicana) no las tiene"-, sino también el espíritu que sub– yace en sus giros y matices. Trae como ejemplo las finas expresio– nes literarias -él las denomina "extravagantes"- que se usan en los huehuetlatolli. Su interés por destacar las características cultu– rales de los mexicanos es tan vivo, que hasta en la gramática in– troduce elementos propiamente etnográficos. Los capítulos dedi– cados a las Maneras de hablar comunes, a las maneras de hablar que tenían los viejos en sus pláticas antiguas y a la Plática que hace el padre al hijo avisándole o amonestándole que sea bueno son una buena prueba. De esa forma, también la gramática y el vocabu– lario se convierten en instrumentos de evangelización "desde la pro– pia cultura", pues los huehuetlatolli que en dichas obras inserta, contienen elementos formativos provenientes de una civilización pagana, pero válidos -con ciertas acomodaciones, que Olmos tiene en cuenta- para la catequesis y la vida de los cristianos. A todas estas obras de raíz indígena, Andrés de Olmos agrega dos de ascendencia europea: Siete sermones principales sobre los siete pecados mortales y Tratado de hechicerías y sortilegios. El libro de los Siete Sermones, escrito entre 1551 y 1552, es una tra– ducción adaptada de un sermonario de san Vicente Ferrer. Olmos lo compuso en náhuatl, y en buen náhuatl, creía él: "según que los naturales hablaban en su tiempo y algunos al presente entre sí mes– mos; y creo que así como nos holgamos de oir buen romance cor– tado, así ellos de oir su lengua más al propio, aplicándolo según que mejor pareció cuadrar". Fray Andrés escribió el libro de los Siete Sermones no sólo para halagar el oído de los indígenas. Lo compuso, más bien, co– mo un texto que sirviera para ejercitar la fe y la devoción de los fieles, algo así como un manual de paraliturgias o de sermones en 176

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