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vor". Pero él estaba preparado, no sólo para defenderse de las fal– sas acusaciones, sino también para enfrentar "los vientos contrarios desta vida caduca y variable". No rehuye la lucha. Ni en México, ni en España, donde permanece hasta junio de 1534. En un princi– pio había optado por callar -"poner guarda a mi boca"-, pero, aconsejado por hombres de virtud, defiende su propia inocencia y la de sus hermanos de hábito de Nueva España. Después de recordar que la verdad de los hechos consta en los informes entregados, a petición suya, al Consejo de Indias, responde una a una a todas las acusaciones del libelo de Delgadillo. En su larga vindicación, redactada en Valladolid, demuestra que tiene escrituras "de más fe" que las presentadas por Delgadillo, quien, juez y parte al mismo tiempo, se vale de testigos falsos, algu– nos de los cuales "me lo vinieron a decir en gran secreto y temor de cómo se habían prejurado contra mí en la dicha información por temor grandísimo que tuvieron al dicho licenciado". El espabilado Zumárraga había seguido los pasos al "calumnioso infamador", cu– yas falsedades, puntos débiles, robos y exacciones llevaba bien ano– tados. Hasta en el casero asunto de los gallineros y nidales había él echado sus cuentas: más de cincuenta mil gallinas y codornices y unos ciento cincuenta mil huevos habían sustraído a los indios Delgadillo y "sus consortes;'... Zumárraga se apoya siempre en el peso de las pruebas judicia– les. "Dicen que dirán de mí. Los procesos dirán dellos" -escribe en 1540 con ocasión de ciertos pleitos que sostiene con algunos clérigos de mala nota. Y en 1547, un año antes de su muerte: "Y si echaren de las barandas abajo al que se lo fuere a notificar la des– comunión -como en las barbas se me dijo-, hablarán cartas y se– remos oídos". La verdad es el cimiento más sólido sobre el que construye el edificio de su reputación personal. Tanto la respeta y ama, que está dispuesto a aceptarla incluso cuando va contra él. Contestando al capítulo trigésimo primero del libelo de Delgadillo, escribe: "Si tal se averiguase ser verdad, yo me doy desde agora por condenado en todo". No tiene reparos en admitir que en algunos casos no hizo "lo que era obligado". "Yo conozco mis yerros pasados con las fla– quezas y faltas que hay en mi indigna persona" -escribe al Consejo de Indias en 1531. Líneas más abajo añade que si alguien puede probar que ha obrado mal, "yo estoy aquí para tomar la peniten– cia que se me quiera imponer y esperando lo que V.S. y mercedes de mí quieran disponer, y tan buen rostro hace a lo que pareciere aciago como a lo que se tiene por próspero". Quiere que la verdad se imponga a toda costa. Cuando Delgadillo le acusa en materia de diezmos, recuerda al emperador que ya anteriormente había pe– dido que le "tomasen la cuenta de los dichos diezmos". Y vuelve a 166

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