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alguacil enviado por la Audiencia para apresar a los indios en rebel– día. El señor obispo se trasladó inmediatamente a Huejotzingo, don– de, de acuerdo con los frailes, ordenó que el padre Antonio Ortiz predicara un sermón ante el pueblo y ante los miembros de la Audiencia, para informar del estado y del motivo del conflicto y exi– gir una declaración de inocencia a favor de los frailes calumniados por los oidores. La tensa celebración, presidida por el obispo de Tlaxcala, tuvo lugar en la iglesia catedral. Cuando el predicador co– menzó a llamar al pan, pan y al vino, vino, de tal forma montaron en cólera los de la Audiencia y sus parciales, que, lanzando gritos desaforados, agarraron de los hábitos al padre Antonio y lo derri– baron violentamente del púlpito. Una vez calmado el tumulto, el provisor eclesiástico declaró que estaban incursos en excomunión los que habían puesto manos violentas en el religioso. Los oidores no se acobardaron ante la censura, al contrario, dieron órdenes para que sacaran de México al provisor, montado en una mula... Zumárraga logró calmar de momento los ánimos. Pronto volvió a encenderse la guerra. El factor Salazar, Ber– nardino Vázquez de Tapia y Antonio de Carbajal fueron enviados a España como procuradores. Entre otras finalidades, querían ob– tener de la Corona que la visita y protección de los indios fuera un derecho exclusivo de la Audiencia y no del señor obispo. Para que los informes de Salazar y sus compañeros -puede imaginarse el lector de qué veracidad gozarían tales informes- no pudieran ser desmentidos, los oidores establecieron una estricta censura en el puerto de Veracruz. En julio de 1529 fueron intercep– tadas algunas cartas que Juan de Zumárraga expidió a España; pero éste, para poner a la Corte al tanto de la situación se valió de un marinero vizcaíno que "llevó la carta dentro de una boya bien breada y echada a la mar, hasta que la pudo sacar a salvo, y, llega– do a España, la puso en manos de la cristianísima Emperatriz en ausencia del Emperador". En la carta -"una de las más importantes que jamás hayan sa– lido de la Nueva España", según el historiador L.B. Simpson- Zu– márraga hablaba de los desmanes de los oidores; pedía que, una vez juzgados éstos y castigados, fueran sustituidos por otros más probos; que se ampliaran las facultades del protector de los indios, etc. La misiva no surtió de inmediato los apetecidos efectos. A fines del año 1529, Nuño de Guzmán se fue de conquista, a sembrar muerte y opresión por las tierras de Jalisco. Mientras tanto, los oidores Delgadillo y Matienzo siguieron con sus tropelías, y la guerra entre el clero y el poder civil llegó a graves extremos en el 163
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