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Matienzo, se juntó, como Factor, Gonzalo de Salazar. De qué calaña era cada uno de ellos nos informa el cronista Bernal Díaz del Castillo, que los conoció de cerca. Beltrán Nuño de Guzmán había sido gobernador de la provin– cia de Pánuco y, según Bernal Díaz, usó con los indios de unos me– dios de gobierno muy expeditivos: después de esclavizarlos, los vendió en las islas del Caribe. El negocio no fue poco menguado: más de veinte navíos cargados de esclavos. Añade el cronista que bajo la gobernación de Nuño "herráronse tantos que aína despo– blara aquella provincia". Bernal acusa a Delgadillo de repartir indios por dinero y de nombrar alcalde a su hermano "que llevaba cohechos y hacía mu– chos agravios". Del licenciado Matienzo escribe que era viejo y bebedor, ami– go de francachelas. El que sale peor parado de la pluma de Bernal es Salazar, el astuto y perverso Salazar. Enemigo mortal de Cortés, mientras éste se alejaba de México, fingía ser su amigo para granjearse merce– des, hablándole "con la gorra quitada hasta el suelo y con muy gran– des reverencias y palabras delicadas y de grande amistad, con re– tórica muy subida"... Autor de varios delitos, había estado en la cár– cel, pero pronto se hizo tan íntimo amigo de Nuño de Guzmán y de Delgadillo, que éstos le obedecían en todo. Intrigante y adula– dor, empujó a la Audiencia a los extremos de la rapiña y de la vio– lencia. Bernal pinta a los cuatro desmadrados bailando juntos al ritmo del vicio y de la opresión. "Andaban en banquetes y tratando en amores y en mandar echar suertes... Lo que les echó a perder fue la demasiada licencia que daban para herrar esclavos, porque daban licencias a los muertos y las vendían a los criados de Nuño de Guz– mán y del Delgadillo y Matienzo". Comenzaron por adueñarse de los bienes e indios encomendados de Cortés. Luego hicieron venir a la capital a los caciques y señores de los pueblos vecinos y les exi– gieron fuertes tributos. Guzmán tuvo preso dos meses y sometió a tortura al soberano de Michoacán. Después de robarle cuanto pu– do, lo hizo quemar vivo. Fray Toribio de Benavente, a quien los representantes de la primera Audiencia trajeron al retortero durante todos aquellos años de desmanes, les llama limpiamente "escorias y heces del mundo". Yel moderno historiador Lesley Byrd Simpson define su desgobier– no como "interludio de bandolerismo". 160
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