BCCCAP00000000000000000000764
"Habéis venido por la mar, entre las nubes y nieblas, camino que nunca supimos... Pues lqué podremos decir en vuestra presencia, qué palabras podremos enderezar a vuestras orejas que sean dig– nas de ser oídas de tales personas?... No obstante, contradiremos las palabras de Aquel que nos dio su ser, nuestro Señor por quien vivimos y somos. Por ventura provocaremos su ira... por ventura ya nos desecha... Si muriéramos, muramos; si pereciéramos, pe– rezcamos, que, a la verdad, los dioses también murieron... Habéisnos dicho que no conocemos a Aquel por quien tenemos ser y vida... Asimismo decís que los que adoramos no son dio– ses. Esta manera de hablar hácesenos muy nueva y esnos muy escandalosa: espantámonos de tal decir como éste, porque los padres antepesados que nos engendraron y regieron no nos di– jeron tal cosa; mas antes ellos nos dejaron esta costumbre que tenemos de adorar nuestros dioses. Cosa de gran desatino y liviandad sería destruir nosotros las anti– quísimas leyes y costumbres que dejaron los primeros pobladores desta tierra, que fueron los chichimecas, los tulanos, los de Colhua, los tepanecas... Grande advertencia debéis tener en que no hagáis algo por donde alborotéis y hagáis hacer algún mal hecho a vuestros vasallos. lCómo podrán dejar los pobres viejos y viejas aquello en que to– da su vida se han criado? Nosotros no nos satisfacemos ni nos persuadimos de lo que nos han dicho ni entendemos, ni damos crédito a lo que de nuestros dioses se nos ha dicho. Basta haber perdido, basta que nos han tomado la potencia y jurisdicción real; en lo que toca a nuestros dioses, antes moriremos que dejar su servicio y adoración. Esta es nuestra determinación; haced lo que quisiéredes". Resultados de la catequesis Era el choque dramático entre dos religiones, entre dos cultu– ras. La respuesta de los sacerdotes aztecas tuvo que resonar en los oídos de los doce misioneros -y aún hoy en los nuestros así reper– cuten- con la grandiosidad de las tragedias griegas. "Si muriéra- .mas muramos, si pereciéramos, perezcamos, que, a la verdad, los dioses también murieron". A los predicadores no les quedó otra alternativa que admirar la sinceridad de los representantes del culto azteca y comprender su tenaz resistencia a renunciar a sus ancestrales creencias; pero no interrumpieron su catequesis. Cuando la exposición de la doctrina cristiana estaba ya bas– tante avanzada, el grupo de los oyentes comenzó a dividirse, pues el capítulo decimosexto del primer libro de los Coloquios habla "de la altercación que hubo entre los principales y los sátrapas de los ídolos, tomada ocasión de lo que se dijo en el capítulo precedente, 139
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz