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Choque de dos mundos Después de varios días de descanso y de estudio de las costum– bres y creencias religiosas de los nativos, los misioneros celebraron capítulo, en el cual quedó confirmado como Custodio fray Martín de Valencia. No iniciaron su labor evangelizadora con el público o común de la ciudad, sino con los señores principales y sacerdotes de ído– los de México y de las poblaciones vecinas, a quienes, convoca– dos por Hernán Cortés, reunieron en Tlatelolco. Las pláticas que utilizaron los misioneros en los retiros o asam– bleas de Tlatelolco, conservadas en varios papeles y memorias, fue– ron transcritas por el padre Bernardino de Sahagún cuarenta años más tarde, en 1564, "en lengua mexicana bien congrua y limada". La obra original del padre Sahagún constaba de dos libros, di– vididos en cincuentiún capítulos. Desaparecida desde el siglo XVI, fue hallada en 1924 por el investigador franciscano Pascual Saura en un viejo cartapacio del Archivo Secreto del Vaticano. La obra estaba mutilada, pues de sus cincuentiún capítulos originales, sólo se hallaron catorce, más el prólogo, una advertencia al lector y el índice de materias. Lleva el siguiente título: Coloquios y doctrina christiana con que los doze frayles de San Francisco, enbiados por el Papa Adriano sesto y por el Emperador Carlos quinto, conver– tieron a los indios de la nueva Espanya, en lengua española y mexicana. Gracias a este hallazgo, hoy podemos recomponer en parte la forma en que se desarrolló aquel singular encuentro entre los doce apóstoles de México y los representantes de la religión y del impe– rio aztecas. La solemne asamblea se abrió con un largo discurso de presenta– ción pronunciado por Hernán Cortés. Dice Sahagún que aquel ra– zonamiento de Cortés "hizo más camino a los corazones de los oyen– tes para dar crédito a lo que aquellos apostólicos predicadores les dijesen, que si los vieran resucitar muertos". En su primera plática, los frailes, presididos por fray Martín de Valencia, exponen a los oyentes -por medio de un intérprete- la razón de su venida al Nuevo Mundo y tratan de captar su benevo– lencia. El comienzo es solemne y tranquilizador y aun es perceptible su ritmo clásicamente sereno: "Señores y principales de México, que aquí estáis juntos: oid con atención y notad lo que os queremos decir, que es daros a enten– der la causa de nuestra venida. Ante todas cosas os rogamos que no os turbéis ni espantéis de nosotros, ni penséis que somos más que hombres mortales y pasi- 137

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