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religioso a los indios, juntamente con un fraile anciano, llamado fray Juan Caro. En el México que forma el gran pedagogo flamenco, no hay pueblo de cien vecinos que no tenga sus propios cantores, que armonizan misas y vísperas con órgano y otros instrumentos de música, como sacabuches, orlos, trompetas y atabales. Rodeado como se vio de tanta flauta y chirimía, también él, Pe– dro de Gante, se metió a poeta y músico y, en carta que escribe al Emperador en el año 1558, afirma que ha compuesto algunos can– tos para el culto. "He trabajado medianamente" Para dar cumplimiento a su doble ideal de sacar al indio del oscuro mundo de la idolatría a la luz del cristianismo y de levan– tarlo de su condición de vencido a la misma altura de los vencedo– res, Pedro de Gante utilizó un solo medio: servir. Lo había dicho él mismo en una carta que escribiera al rey Felipe II el día 23 de junio de 1558: "Estas tierras y populosos reinos... procuramos ser– vir". En sus últimos años tuvo la inmensa satisfacción de compro– bar que sus esfuerzos para levantar de su postración a los vencidos, no habían sido inútiles. Su compañero y colaborador en afanes apostólicos y culturales, Bernardino de Sahagún, enumera, como en un canto triunfal, los progresos que los indios habían hecho en to– dos los ramos del saber y del trabajo: "Tenemos por experiencia -escribió en su obra Historia general de las cosas de la Nueva España- que en los oficios mecáni– cos son hábiles para aprenderlos y usarlos, según que los espa– ñoles los saben y los usan, como son oficios de geometría, que es edificar, los entienden y saben y hacen como los españoles; también los oficios de sastres, zapateros, sederos, impresores, escribanos, lectores, contadores, músicos de canto llano y de canto de órgano, detañerflautas, chirimías, sacabuches, trompe– tas, órganos; saber gramática, lógica, retórica, astrología, y teolo– gía, todo esto tenemos por experiencia que tienen habilidad para ello y lo aprenden y lo saben, y lo enseñan, y no hay arte nin– guna que no tengan habilidad para aprenderla y usarla". En esta ardua labor civilizadora de los indios, su "primero y principal maestro y industrioso adiestrador" fue Pedro de Gante según Mendieta. El mismo, en su humildad, reconoce que "algo" ha hecho a favor de ellos: "Después que en esta tierra entramos, obrándolo el Señor, he trabajado medianamente como siervo sin provecho, en la conversión y doctrina de los naturales". Así confe– saba en el ya lejano 1532. 132

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