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para todas las artes y oficios provechosos a la humana y cristiana policía". Tan dentro de sus entrañas y tan al vivo sentía esta vocación que, en cuanto vio que la escuela construida por él junto al conven– to de San Francisco marchaba según sus planes, ordenó que se hicie– sen otros aposentos donde se iniciaran los indios en los oficios de canteros, carpinteros, sastres, zapateros, herreros y los demás ofi– cios mecánicos. En aquel abigarrado conjunto de escuelas y talleres se hallaba el meollo de la nueva sociedad que querían implantar los frailes en México. Una sociedad constituida no por amos y esclavos, sino por hombres que, a la luz de la fe y de la instrucción y con el ejercicio de un quehacer, descubrieran su propia dignidad humana y cristia– na y su capacidad de valerse por sí mismos; una sociedad en la cual los indígenas, vencidos en mala hora, tuvieran las mismas oportu– nidades económicas y sociales que los españoles vencedores, ya que las más limpias fuentes del derecho son la cultura y el trabajo. Para hacer más viables estos principios, fray Pedro reagrupó a sus orfebres, artistas, canteros, sastres, menestrales, talabarteros y pintores en gremios y cofradías. "Instituyóles las cofradías que tie– nen" -informa Mendieta. Estos gremios eran abiertos y en ellos te– nían iguales oportunidades los hijos de los caciques que los hijos de los plebeyos. Es más tarde cuando en México se introducen cier– tas leyes discriminatorias según las cuales no pueden ser admiti– dos como maestros en los gremios de los plateros, auríferos, pinto– res y prensadores de paño sino los que prueben su limpieza de san– gre, dejando a los indios y a los negros en el rango de simples auxi– liares. En el régimen feudal que España había impuesto en _México, un simple indio, con una buena base de instrucción y capaz de ejer– cer un oficio, podía liberarse del yugo de los encomenderos y su– perarse económica y socialmente. Pronto advirtieron el inquietan– te fenómeno los celosos guardianes del orden establecido. En Pue– bla de los Angeles, por ejemplo, su alguacil mayor se quejó de que algunos indios "siendo plebeyos de sus nacimientos se hacen ilus– tres en sus pueblos, como son los que crían (los frailes) en sus mo– nasterios". Por otra parte, la enseñanza laboral iniciada por Pedro de Gante era la mejor arma para quebrar el monopolio que algunos españoles pretendían mantener en ciertas ramas de la producción. Los cronistas franciscanos resaltan este aspecto una y otra vez. Ha– blan, por ejemplo, de un español que fabricaba guadamecíes, es de– cir, cueros adobados y con adornos de dibujos de pintura o de re– lieve. Dicho oficial ocultaba a los indios los secretos de su arte, pero 129
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