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al pie de una gran cruz. Allí, divididos en corrillos según su grado de adelantamiento, eran instruidos por catequistas seglares; a veces, por otros niños o niñas más aventajados. Pedro de Gante promocionaba a sus alumnos al apostolado desde muy temprana edad. Esta fue una de las características de su catequesis. Nos lo cuenta él mismo en una de sus cartas: "He es– cogido a unos cincuenta de los más avisados y cada semana les en– seño aparte lo que toca hacer o predicar la domínica siguiente, lo cual no es corto trabajo para componerlos y encomendarles con ser– mones. Los domingos salen los muchachos a predicar por la ciudad y toda su comarca a cuatro, a ocho, a diez o treinta leguas, anun– ciando la fe católica y preparando con su doctrina a la gente para recibir el bautismo". Precisamente la época en que nuestro biografiado redactaba es– tos informes -el año 1529- marca el inicio de una extraordina– ria efervescencia religiosa en México: conversiones y bautismos en masa, construcción de nuevas iglesias y desmantelamiento sistemá– tico de templos paganos. Fray Pedro utiliza a sus entusiastas mucha– chos en todas estas tareas. "Nosotros con ellos -escribe- vamos a la redonda destruyendo ídolos y templos por una parte, mientras ellos hacen lo mismo en otra, y levantando iglesias al Dios verda– dero". También trabajó en lo que podríamos llamar catequesis de adul– tos: hacer que los fieles participaran en las misas dominicales, exa– minar a los candidatos para el matrimonio, preparar a los conver– sos a la recepción de los sacramentos, etc. De esa forma, con la instrucción y evangelización de la niñez y con una masiva cristianización de las generaciones jóvenes, fue emergiendo en México una nueva sociedad cristiana. Pedro de Gante tuvo el mérito y la gloria de haber sido colaborador y testi– go de la prodigiosa transformación que el pueblo mexicano experi– mentó al pasar de la idolatría al cristianismo. Traído por Dios para promover la "humana industria" La fe bien entendida pide la potenciación de l.os valores huma– nos y temporales, tanto en los individuos como en la sociedad. Nunca echó en olvido Pedro de Gante este principio. Desde sus primeros años en México se mostró partidario de iniciar a las nue– vas generaciones cristianas "en la humana industria". Este fue su peculiar carisma. Tanto por su carácter como por su preparación, Pedro de Gante estaba especialmente dotado para ejercer esta misión de maestro de artes y oficios. Jerónimo de Mendieta dice que era "muy ingenioso 128
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