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En los escudos estuvo nuestro resguardo, pero los escudos no detienen la desolación. Hemos masticado grama salitrosa, pedazos de adobe, lagartijas, ratones y tierra hecha polvo y aun los gusanos". Con la derrota, los aztecas perdieron su nación. Y el orden so– cial quedó trastocado. Los vencedores desarticularon rápidamente todo posible poder de las castas privilegiadas -sacerdotes, jefes gue– rreros, nobles y altos funcionarios- que gobernaban la ciudad y el imperio, y sometieron a trabajos forzados, a la esclavitud o a la en– comienda al pueblo común, diezmado por la guerra, el hambre y las epidemias. Este lamentable hecho, fruto de la mentalidad feudal de los vencedores cristianos, desconcertó y escandalizó profundamente a los vencidos paganos. ¿cómo era posible que los mismos que pre– dicaban el amor y la justicia practicasen la violencia de una forma sistemática? Este es el problema que plantea el siguiente texto ma– ya, del libro profético de Chitan Balan de Chumayel: "Cuando llegaron los Dzules, los extranjeros, los que venían de Oriente, entonces empezó el cristianismo. Los muy cristianos lle– garon aquí con el verdadero Dios; pero eso fue el principio de la miseria nuestra, el principio del tributo, el principio de la li– mosna, la causa de que saliera la discordia, el principio de las peleas con armas de fuego, el principio de los atropellos, el prin– cipio de los despojos de todo, el principio de la esclavitud por las deudas, el principio de las deudas pegadas a las espaldas, el principio de las continuas reyertas, el principio del padeci– miento". Se podrían citar otros textos aztecas y mayas que dan la ver– sión de los vencidos sobre la conquista, la propia derrota y el nue– vo orden impuesto por los invasores. Pero lo extraño y singular del caso es que se pueden aducir también textos que, proviniendo de la parte de los vencedores, encierran duras condenas de los males introducidos por ellos mismos. Dejando aparte a Bartolorné de Las Casas, uno de estos críticos fue compañero de Pedro de Gante y, como él, franciscano: Toribio de Benavente Motolinía. Toribio de Benavente abre su célebre obra Historia de los in– dios de Nueva España con la descripción de las "diez plagas tra– bajosas" que asolaron a México a raíz de su conquista por los espa– ñoles. Fustiga a éstos por los males y las injusticias derivados del reparto de tierras que hicieron, y por el modo de obrar de los cal– pixques o cobradores de tributos que nombraron ("hediondos corno carne dañada"). Denuncia el sistema de trabajos forzados introdu– cido en las minas -"eran tantas las aves y cuervos que venían a co- 123
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