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único que podía volverlo a poner en pie era demostrarle con he– chos que se estaba de su parte y a su lado, corriendo su misma suer– te y hablando su mismo idioma. Algo de eso quiso decir fray Juan de Tecto cuando, según cuen– ta Jerónimo de Mendieta, se vio por primera vez con los doce Apóstoles franciscanos de México. Estos, al observar que los tem– plos de los ídolos estaban aún en pie y que en ellos seguía ofrecién– dose culto a los falsos dioses, preguntaron a los tres pioneros fla– mencos qué hacían sin acabar con la idolatría, en qué perdían su tiempo... -Aprendemos la teología que de todo punto ignoró san Agus– tín -contestó el antiguo profesor de La Sorbona. Mendieta aclara que por teología entendía la lengua de los in– dios, sin cuyo conocimiento no era posible iniciar la tarea evange– lizadora. Gracias a los datos, aunque escasos, conservados por los cro– nistas, sabemos que los tres franciscanos flamencos comenzaron de inmediato a aprender la lengua de los naturales y que se pusieron al servicio de los vencidos, tratando, además, de identifi~arse en lo posible con ellos. No se hicieron construir convento alguno, sino que se alojaron en casa de un indio de Texcoco. Tampoco abrió cá– tedra el ilustre teólogo de París, sino que se dedicó, con humildad y realismo, a "recoger algunos niños, hijos de principales, en espe– cial en Texcuco". Más tarde extendió su labor de catequista a Mé– xico, donde buscó algunos niños "para los enseñar a leer y escri– bir". La actividad literaria del brillante profesor de La Sorbona se redujo a redactar dos obritas, que no son precisamente ambiciosos tratados de disquisiciones teológicas: la primera, un elemental ca– tecismo, titulado Primeros rudimentos de la doctrina cristiana en lengua mejicana, y la segunda, referente a una cuestión de praxis litúrgica, Apología del bautismo administrado a los gentiles meji– canos son sólo el agua y la forma sacramental. Dekkers dejó iné– ditas ambas obras. De catequista a profeta de los vencidos y de los manipulados En el mes de octubre de 1524, Johann Dekkers abandonó su residencia de Texcoco y, junto con su hermano de hábito Johann van den Auwera, docto asimismo y "ya viejo cano", se enroló en la célebre expedición que Hernán Cortés condujo a las Hibueras u Honduras para deshacer la rebelión de Cristóbal de Olid. 113

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