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discutible. Al fin y a la postre, uno escoge según sus propios gustos y escribe con arreglo a los informes que ha podido reunir. Por otra parte, el carácter vulgarizador de un libro como éste impone cier– tos límites. Lamento que en esta galería de retratos franciscanos hayan quedado fuera figuras tan atrayentes y significativas como: Marcos de Niza, "Adelantado" de la Orden en Perú y Nuevo Méxi– co; Juan de Padilla, protomártir de Norteamérica; Juan de San Mi– guel, constructor de pueblos y hospitales de indios; Sebastián de Aparicio, fraile carretero; el contestatario Gaspar de Ricarte y el idealista Juan de Silva; los obispos Luis Zapata, Martín Ignacio de Loyola y Hernando de Trejo; Juan Pascual de Rivadeneira, viajero y fundador por tierras de Argentina; Mateo de Jumilla, original apóstol del norte del Perú; Francisco de Tembleque, albañil de acue– ductos; Jacinto de San Francisco, ex-encomendero y pacificador de indios chichimecas; Francisco Morales, acerbo denunciador de injusticias... En el año 1698, el cronista fray Agustín de Vetancurt, en una nota introductoria a su Teatro Mexicano, advertía: "Yo, viendo cuán pocos leen las crónicas de religiones por el has– tío que da a los resfriados de espíritu el ver vidas de santos e historias de religiosos, guisaré lo que desea el curioso con es– pecies de cosas espirituales, que apetece el virtuoso, y con esto leerán los unos lo que apetecen los otros". Aperitivos y guisos parecidos he intentado aderezar en este li– bro. iBuen provecho! 9

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