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soñado los hombres, sólo se ha podido realizar en breves y efíme– ros ensayos, como el de Cumaná. Cubagua: el primer "boom" del Nuevo Mundo No se afane demasiado el lector en buscar la isla de Cubagua. En ningún mapa, grande, regular o pequeño, ha de dar con ella. Se trata de un minúsculo islote de tres kilómetros de ancho por nue– ve de largo, situado cerca de la isla Margarita, al nordeste de Ve– nezuela. Actualmente Cubagua está deshabitada; en el mismo estado, poco más o menos, que en el que la encontró Cristóbal Colón en 1498: "sin agua de río ni de fuente, sin haber en ella donde se pue– da sembrar, ni producir alimento ni poder criar ganado". A pesar de todo, el estéril islote comenzó a poblarse hacia 1512, y pocos años después, en Europa y en las islas y costas re– cién descubiertas de América no se hablaba sino de Cubagua. "Ha sido tanta su riqueza -escribía Gonzalo Fernández de Oviedo-, que no ha habido en las Indias cosa más rica y provechosa en lo que está poblado de cristianos". La fabulosa riqueza de la insignificante islilla no fue el petró– leo, descubierto en ella por esa misma época y del cual los cronis– tas de entonces hablaron despectivamente llamándole "betún" y "es– tiércol del demonio", sino las perlas, las maravillosas perlas que sa– caron de quicio al mismísimo Cristóbal Colón, "pues de ser tantas no cabía en sí de placer". De tal forma le alucinaron, que pensó que allí mismo, a dos palmos de sus narices, se abrían las puertas del Paraíso: "mas yo muy asentado tengo en mi ánima -escribió muy seriamente a los reyes católicos- que allí donde dije, en Tie– rra de Gracia, se halla el Paraíso Terrenal". El caso Cubagua fue cubierto por los mejores reporteros de la época y desde tres ángulos periodísticos estratégicamente escogidos: desde Sevilla, por el italiano Pedro Mártir de Anglería; desde San– to Domingo, por el asturiano Gonzalo Fernández de Oviedo; desde el mismo escenario de los hechos, por Juan de Castellanos, un re– portero que tuvo el extraño gusto de redactar sus crónicas en verso. Anglería informó que los que regresaban de Cubagua venían "cargados de perlas como si lo fueran de paja" y que algunas de éstas eran, por su tamaño, "como avellanas", mientras otros testigos sostenían que habían visto "grandes como huevos de paloma". Oviedo describió la isla y su ciudad Nueva Cádiz -"una gentil población"-, y destacó las extraordinarias riquezas obtenidas con el comercio de sus perlas. 100

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