BCCCAP00000000000000000000763
(. . .) Había juegos de cartas, -con exclusión de los prohibidos-, dominó, ajedrez ...partidas de tute, briscas y de mus reñidísimas y muy celebradas, fichas de hueso cargadas de puntos negros que se golpeaban estrepitosas contra el mármol cuando se presagiaba un cierre venturoso y un silencio meditativo preparador de un jaque mate. Las bolas rodaban su marfil por el verde tapiz de las mesas buscando una reunión dificilmente lograda. Repostería con sodas, vinos, licores, el famoso moka, ya asomaban los botellones de la entonces exótica cerveza.. que se acompañaban con olivas aliñadas y patatas a la inglesa. Salón espléndido, que en su fondo cortaba un telón de boca para taponar un tingladillo de la farsa. Bambalinas, diablas, rompimientos. Una escena, en fin, en cuyas tablas se tejió siempre una magnifica afición al arte de Talía. Las luces de sus candilejas eran los espejuelos que más impresionaban en aquel local del Círculo Católico, que fue una incubado– ra de la que sobresalieron elementos valiosos, que llegaron a triunfar des– pués en compañías profesionales. Uno de los mayores animadores fue don Francisco López de la Manzanara, sacerdote, persona muy querida y respetada, lleno de ilusio– nes. Yo lo tuve de profesor de latín y geografia. (. . .) Por el Círculo Católico desfilaron don Juan Lucena, decano de afi– cionados y maestro de muchas generaciones. Don Francisco Naranjo, director y actor de fuerte vena dramática. Don Francisco Fernández de Simón, con grandes dotes organizadoras, que formó un elenco que ponía en escena un estreno semanal de los más recientes en las carteleras madrileñas. Manuel de Mozos, después uno de los mejores, para mí el mej01~ de los recitadores españoles. El gran Luisillo, muy querido y muy llorado, que tantas risas sacó de nuestros labios en las innumerables obras cómicas que ha representado. (. . .) El año 36 vino aciago con su carga de odios a destruir con fuego devorador nuestra Parroquia de la Asunción. Fue una noche trágica que vivimos todos sobresaltados con el corazón encogido. Ardió la techumbre, voló el nazareno de su torre, las campanas enmudecieron y el hermoso y ■ por Elías Martín
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz