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_Ese fraile Capuchino que comió en mi casa, entre otras cosas contó que el B. Diego José de Cádiz... ¿Has oído hablar de este Beato?. _Que fué el Apóstol del siglo XVIII en España y que si nuestra nación está como la vemos, es por no haber hecho caso del B. Diego. También he leído que Menéndez Pelayo lo calificó como el Demóstenes del siglo XVIII. _Pues no olvides que fué capuchino. Antes de entrar en la Orden Seráfica, su padre y sobre todo su madrastra y otros parientes se opusieron a su vocación religiosa y llegaron al colmo de maltratarle y pegarle. Ángel con el rostro y tono medio sorprendido y malhumorado preguntó: _¿Qué edad tenía entonces el beato Diego?. Celestino hizo un gesto de indiferencia y contestó: _No recuerdo bien lo que dijo el fraile; pero debía de andar por los 13 a 15 años. Ángel replicó rápida y enfáticamente: _ ¡Ya me parecía a mí!. Si el beato Diego hubiera tenido los años que yo ahora, creo que no se hubiera dejado tratar así. Celestino interrumpió a su amigo y con prudente intento prosiguió. _¡Bueno!. A lo que iba. El Beato Diego cuando se quedaba solo, después de cada batalla, pudiéramos decir, con sus parientes y su madrastra, daba gracias a los Ángeles Custodios, y brincaba de gozo por no haber sucumbido en la pelea. ¡Claro está!. Llegó un día que ya se cansaron de machacar en hierro frío; y no sé ¡porqué demonios! a la testaruda de la madrastra se le antojó entonces que entrara en los dominicos y no -79-

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