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Ya no hay ruido en la calle; soñar es mi ilusión, mas no me deja el ruido que hay en mi corazón" Cuando Ángel iba en la mitad de su canción, llegó D. José con su esposa e hijo. Dña. Remedios, nada más oir la voz de su íntima amiga Dña. Consuelo, salió corriendo y hechos los correspondientes saludos y besos los condujo al recibidor; pero Celestino, que notó enseguida la falta de su amigo, preguntó a Dña. Remedios: _¿Dónde está Ángel?. _Arriba, debe estar tocando el piano. Vete con él, si quieres. Celestino salió del recibidor y, por tener suma confianza, subió sólo las escaleras, atravesó un claustro y al abrir la puerta de una habitación por la que tenía que pasar, oyó el sonido del piano y la voz de su amigo sin poder entender lo que decía. Abrió con cuidado otra segunda puerta y a pies juntillas se dirigió a la del salón, se asomó por el agujero de la cerradura, vió a Ángel triste y melancólicamente comenzar de nuevo su canción, cual si en ella encontrara el linitivo de sus ansias. Se le ocurrió entonces a Celestino contestarle con otra canción. Se puso a pensar.. : _¡Ya está!. Esta letra aplicada a la tonada de aquella canción... como anillo al dedo; mas cerrar bien la puerta, para que nadie me siga, porque si no... me traiciono a mí mismo. En efecto, con mucho más cuidado del que entró, retrocedió hasta la puerta que había dejado abierta; llegado a ella, sacó la cabeza, miró a una y otra -76-
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