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_Dile a la criada, que meta esas cestas en el coche mientras yo vengo, que será enseguida. Cuando volvió, ya se había ejecutado su mandato; ella entonces subió al automóvil y detrás una sirvienta que siempre la acompañaba. El coche se puso en movimiento y a las doce menos cuarto, que tocaba el reloj de la torre del pueblo X, se paraba enfrente de la casa que más bien parecía un palacio por la suntuosidad del edificio y por su galanura y lujo en el mueblaje. Angel y Celestino que la esperaban, la ayudaron a bajar del coche. Besó y abrazó a su hijo y, después de saludar a Celestino y preguntar por su familia, se fue a sus habitaciones. Celestino se despidió de su amigo con el pretexto de tenerse que marchar a comer. _¡Adiós, Ángel!. Y ten cuidado de manifestar nada por hoy a tu madre. _¡Adios, Celestino!. No dejes de venir a la tarde. _¡Bueno! y dile a tu madre que quizás vendrán conmigo mis padres. ¡ Adios !. _¡Adios, adios!. -Contestó Ángel, quien luego se fué a la habitación donde estaba su madre-. _¿Ya terminó usted?. _Sí, hijo mío, entra. Ángel entró y se dirigió a su madre que le volvió a abrazar y besar de nuevo al par que le decía: _¡ Cuánto tiempo hacía que no te veía, hijo mío!. Y ¿qué tal lo has pasado por aquí?. _Muy bien, gracias a Dios. No ha sucedido nada de particular. Los criados se han portado excelentemente y todas las cosas de casa, como ha -64-

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