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_Has dicho bien, hijo mío, -indicó la madre- y por mi parte ya tienes el permiso. _Yo, para no ser menos que tu madre, te concedo el mío; así que prepárate y vete; no le hagas esperar. Dña. Consuelo dijo a la sirvienta: _Dile al criado que aguarde un poquito. Celestino <lió aceleradamente media vuelta, y subiendo los példaños de las escaleras de dos en dos, inmediatamente se plantó en su cuarto; quitóse el guardapolvos, se puso la chaqueta,pasó el peine con rapidez unas cuantas veces por sus hermosos cabellos y en un periquete se presentó delante de sus padres. _j Pero, chico! ni aunque te hubiesen puesto una máquina eléctrica hubieras corrido tanto. -Afirmó con buen humor D. José-. _¡Qué! - rápido y sonriente replicó Celestino– ¿no estoy bien preparado?. _Sí, hijo mío, ya puedes marchar. -Dijo la madre-. _y que lo pases bien. -Añadió el padre-. Y Celestino preguntó: _¿A qué hora vengo?. _A la que quieras; -respondió D. José-. _Está bien. ¡Adios !. _¡Adios!. -Contestaron al unísono los padres-. Más alegre que unas pascuas salió Celestino en compañía de Andrés. Tenía que comunicar a Ángel sus gratas impresiones y hacerle saber que había obtenido lo que tanto deseaba. En esto había pensado cuando respondió a su padre que sentiría más satisfacción acompañando a su amigo Ángel. Y siempre comunicativo y simpático empezó a dialogar con el no -42-

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