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eterna; y ¿qué otra cosa, hijo mío, pueden desearte tus padres mejor que esta?. _Madre, no se ofenda usted porque, si antes no lo he manifestado, ha sido por consejo del confesor; y además esperaba que la Stma. Virgen concediera la gracia de la vocación a mi amigo Ángel; así se me había prometido. _¡Qué dices! ¿Ángel con vocación?. ¿Que se te había prometido?. _Ni más, ni menos. _Pero ¿es posible?. _Para Dios no existen imposibles mientras no haya repugnancia en ello. Escuche: Celestino relató a su madre el sueño que mis lectores ya saben; y al terminar la narración, Dña. Consuelo lloraba como una niña. Después le contó la entrevista que había tenido con su amigo Ángel y todo lo que en ella pasó. _Hijo mío, veo que tu vocación es verdadera. Síguela siempre y nunca te arrepientas de ella. El Corazón Eucarístico de Jesús y la Virgen te llaman para ser su Apóstol; quieren servirse de tí como de un instrumento para propagar su reinado. Él te ama y la Virgen Santísima también, hijo mío, hijo mío querido, corresponde a ese amor y no seas ingrato. La ingratitud es el peor de los males. _¡Jamás!. Madre, espero que jamás, con la ayuda de Dios se marcará en mi frente el nefando sello de la ingratitud. Usted bien sabe que siempre he odiado la ingratitud; y cuando he oído que alguno es ingrato, entonces ... usted misma ha visto cómo me he puesto. Preferiría, madre, que la muerte cortase el hilo de mi existencia, antes que se me pudiera reprochar -33-

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