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_No sólo te permitiremos, sino que te ayudaremos en cuanto sea posible y te daremos nuestra bendición, para que te acompañe en cualquier empresa por árdua que sea. _Jamás he dudado que me la darían mientras fuera para una obra útil y honesta. _Pero manifiéstame lo que pensabas. _En nada pensaba, y lo que hacía era escuchar unas voces que me llamaban y me reprochaban y ¡ qué voces, madre mía! ¡si usted las oyera!. _¿Qúe te decían?. _Me decían, ... me decían, ... muchas cosas. _Dime alguna de ellas. _Que fuese muy bueno y estudiase mucho. Q / / ? _¿ ue mas .. _Que tendría que hacer un viaje. _¿A dónde? ¿al seminario de Salamanca?. Celestino alzó los ojos y mirando a su madre se echó a llorar. _Dí, hijo mío, dí ¿quieres ir a ese lugar?. Yo te daré mi bendición para que vayas cuando quieras, lo mismo que ahora te doy un beso. Con otro beso correspondió Celestino y dijo: _Madre mía, Jesucristo me llama y quisiera corresponder de cerca. _¿Por qué habías tenido oculto este llamamiento? ¿pensabas que nosotros no cederíamos gustosos? ¿creías que el mucho amor que te tenemos sería causa de tu detenimiento?. ¿Imaginabas que porque eres único hijo varón no consentiríamos que te apartases de nosotros?. Nunca, vida mía, nunca nos opondremos a tu vocación. Si el señor te llama, obedece a su voz, porque así adquirirás la vida -32-