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aquellos lugares no suele haber medios para conseguirlo. _Luego¿tenemos que entrar en algún seminario o en alguna orden religiosa?. _Sí, eso mismo, y para ellos necesitarnos el permiso de nuestros padres. _¡Ay, Dios mío!. ¿Pero no podríamos hacerlo sin que nadie se enterase?. _Ya me imagino, Ángel, a qué te refieres; pero ¡hombre! corno estarnos todavía bajo la patria potestad, sería muy difícil ocultarlo. _Aunque bien está lo que dices, Celestino, con todo, hay que obedecer primero a Dios que a los hombres. _No quita eso, Ángel, que, a manera de ensayo, se solicite el permiso paterno, y si no resultase, mejor que juzgar uno por sí mismo, sería ir a consultarlo con un sabio y prudente confesor. _Me satisface tu respuesta, Celestino, pero ten en cuenta que mi madre me arna lo indecible, y además corno falta mi padre, que en paz descanse, me terno que ella... Celestino... _Ni aunque Dios me lo hubiera inspirado. ¡Ya contaba con esta respuesta! y ¿no echas de ver que le queda tu hermano que es mayor que tú?. _Por esa misma razón no creo que consienta mi madre que su benjamín se marche: por consiguiente creo, Celestino, que no estará mal el dejar los ensayos y poner manos a la obra, por lo menos yo. _No te aconsejo semejante cosa; pues, si el Señor es quien nos llama, Él moverá los corazones de nuestras familias, y si acaso estuviera determinado en sus altos juicios que suframos alguna contradicción -17-

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