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D. José, Jesús y Cesárea continuaron hasta Bilbao el viaje; y como ésta impidiera a su hermano comunicarse con Ángel, por las preguntas que sin interrupción le hacía, Celestino sacó de un libro una postal: el abrazo de S. Francisco con el Divino Jesús, y dándosela a su amigo dijo: _Ten, Ángel, esta tarjeta y lee su contenido. Ángel, sonriente tomó la postal, miró la preciosa imagen~ y le dio media vuelta a la tarjeta y en silencio, leyó con ansiedad: Los ideales que muy constantes hemos tenido ya vemos realizarse con gran satisfacción; las penas, que en silencio por Dios hemos sufrido, deponen su amargura; aunque aún tienen un nido muy dentro de nosotros, aquí, en el corazón. ¿No ves cómo la tierra renace a nueva vida, tras la noche triste que en sombras la envolvió?; así triste y gozosa la dicha, Ángel, perdida, vuelve con Francisco, y cual ave que, aunque herida, logró ya libertarse de aquel que la cazó. Ya estamos en camino, cerca de la victoria ya brillan las espadas, resuena ya el clarín, la voz de Jesucristo nos dice muy notoria, que no son los laureles y menos es la gloria, de aquel que no lucha intrépido hasta el fin. -253-

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