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lágrimas y sus corazones laten al unísono y, como sus lenguas se hallan atadas por la emoción, sus almas se comunican, en silencio, las primeras impresiones; pues muchas veces la elocuencia del silencio supera a la de las palabras. De los brazos de Ángel cae Celestino en los de su hermana Cesárea que parece quererle comer a besos; saluda luego a Dña. Remedios, a Jesús y a Andrés que también aguardaba. Unos veinte minutos se detuvo el tren; al dar el cual el primer silbido para avisar a los viajantes de su salida, Dña. Remedios y su amiga Dña. Consuelo se despidieron de sus amados hijos. _Que el Señor te guíe, hijo de mi alma, y Él sea siempre tu dicha y tu bien. -Estas fueron las últimas palabras de Dña. Remedios, con los ojos arrasados en lágrimas, que dirigió a su hijo, al pedazo de su corazón, con besos y abrazos. _¡ Adelante, siempre, queridísimo hijo!. Corresponde siempre a la gracia divina, y jamás te dejes seducir por los halagos que te pueda ofrecer el mundo; pues son halagos pasajeros y falaces que solo conducen al infierno.No seas cobarde, amado hijo, y no deshonres nunca la sangre que corre por tus venas, que entonces deshonrarás a tus padres. Adiós, Celestino, hijo mío, que el Corazón de Jesús y la Stma. Virgen siempre estén contigo. Con un apretado abrazo y besos así se despidió contenta y alegre y sin derramar una lágrima Dña. Consuelo de sus hijo; hijo a quien siempre había amado como a su vida; pero que amó aún más desde el día en que le comunicó su vocación. También el simpático Andrés se despidió -251-
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