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pocos los escogidos; por consiguiente, que no nos veremos todos en los Colegios Mayores ... es tan cierto, como tres y dos son cinco. _Así sucederá, por más que lo sintamos porque es inevitable. Llegaron a la estación del Norte de Madrid en la que esperaban D. Fermín y su esposa Dña. Meli para despedirse de su sobrino Celestino, y entregar los billetes que ya tenían sacados. Media hora tuvieron que aguardar ya en sus asientos de un coche de 3ª, el cual iba apiñado de viajeros, cuyos ojos curiosos ya medían a los extraños postulantes desde los pies hasta la coronilla de la cabeza, ya se quedaban mirándolos largamente de hito en hito, lo que hizo exclamar al andaluz: _¡Jezús!. Ni aunque estuvieran contando las puntadas que la aguja de la máquina ha dado en nuestros hábitos ... Si nunca habrán visto frailes ... A las seis de la tarde arranca el tren de Madrid; el R. P. Baltasar coge conversación con los padres de Celestino, y éste en silencio piensa en su amigo y su hermana que impacientes le esperan ya en la estación de Ávila. _¡ Ya llega el tren! -grita con júbilo Cesárea, y Ángel deja a los que le acompañan, y marcha presuroso, se coloca junto a la línea. El tren cruza lentamente delante; y él gozoso extiende su mano como para estrechar otra, muy conocida, que parece ofrecérsele por una de las ventanillas de los coches donde ha visto a su amigo; y con empujones de unos y empujando él a otros se dirige, aunque con mucha dificultad, hacia su amigo Celestino, que, rápido había bajado del tren. Se abrazan, y a ambos se les saltan las -250-

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