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la que el astro rey había de mostrar su paz majestuosa y exclamó: _¡Sol!.. ¡Bendito sol, y benéfico para todos los vivientes!. .. No abandones a los misioneros y a los infieles sin darles antes este beso que yo les envío. Con rapidez y mucha más gracia separó sus dedos apiñados de los labios y continuó tras breve silencio: _No me lo digas. ¡Oh rey de los astros! que bien sé que tú no puedes complacerme en eso... Sí, tu Creador, y mi Salvador Jesucristo y su Madre la divina Pastora los besarán por mí. Ángel juntó las manos, cerró los ojos, recostó la cabeza sobre su pecho y allá dentro, muy dentro hizo otra oración fervorosa por los pobrecillos salvajes y sus misioneros. Andrés que andaba por el corral al verlo en el balcón le gritó: _¡Recórcholis, Ángel!. Baja pronto, que están esperándote unas cuantas personas pa despedirte. Ángel, ya aseado, bajó a despedirse; y en despedidas se le pasó toda la mañana. Después de comer; salió del pueblo acompañado por su madre, su hermano, la Srta. Cesarita y Andrés, su salida fué muy parecida a la de su amigo Celestino. A las cuatro de la tarde de aquel mismo día se efectuaba en el Colegio Seráfico Apostólico de El Pardo (Madrid) la despedida de Celestino más quince postulantes; pues tal es el nombre que reciben los niños Seráficos del último año, terminado los exámenes finales. Formados en filas los 16 postulantes en el claustro del Colegio recibieron el abrazo franciscano de despedida de los demás niños, quienes mostraban, -246-
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