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Al punto que Celestino contempló a su amigo Ángel como deshecho en lágrimas, también la emoción se apoderó de él y estrechó y apretó afectuosamente con su mano izquierda la derecha de su amigo mientras le acompañó por unos instantes en el llanto; pero Celestino se violentó a sí mismo, se esforzó y trató de consolar y animar a Ángel. Después de un rato, es éste, ya bastante tranquilo, quien cogió la palabra y propuso: _Celestino, he comprendido perfectamente que acabo de recibir la gracia extraordinaria sin yo merecerla. Si no te parece mal, vamos a dar gracias a Dios ahora mismo. _¿Por qué me va a parecer mal?. Al contrario. ¡Está bien, muy bien!.¡Maravilloso!. Y si quieres rezaremos también el Sto. Rosario a la Stma. Virgen para que ella dé gracias por nosotros y las reciba ella misma; pues por ella nos han venido a los dos estas gracias tan especiales que se nos han otorgado. _Tienes razón, Celestino. Primero rezaremos el Rosario, que dirigirás tú, y después algunas oraciones que trae el devocionario. En efecto, dieron gracias al Señor y a María Stma. con singularísima devoción; y ya sentados de nuevo, Ángel inició el diálogo: _Celestino, te confieso que jamás había sentido -15-

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