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oyó la oración de su madre, abrió los ojos, viro despacito y con esfuerzo la cabeza hacia ella, la miró, la dirigió una rápida, tenue y amorosa sonrisa y volvió a cerrar los ojos. ¡De seguro que, Ángel interiormente se llenó de gozo y <lió gracias a Dios, nuestro Señor, y a la Divina Pastora, María Santísima!. El sacerdote, D. Antonino, ya revestido con los ornamentos litúrgicos, en tono alto comenzó: _En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Sabemos, gracias a Dios, que los efectos de este Sacramento de la Extremaunción son: confortar al enfermo, librarlo de sus pecados y devolverle la salud, si le conviene. Conozco algunos casos de enfermos que comenzaron a mejorar al recibir la Santa Unción; y sanaron. ¡Ojalá nos lo conceda Dios nuestro Señor con Ángel!. S/' /' _j l., jSl.. Exclamó en alta voz y sollozando Dña. Remedios; y, aunque no tan alto, también a Dña. Consuelo se le escapó una rotunda afirmación: _¡Poderoso es el Señor!. El sacerdote continuó según el rito del Sacramento y todos participaron; el mismo enfermo, Ángel, aunque no emitió la voz, respondió con movimientos de labios y manos. Terminó con suma emoción la ceremonia. Amainó la tempestad y el enfermo cogió un plácido y reconfortante sueño. Con el mayor silencio fueron dejando la habitación de Ángel. Quedaron en vela su madre, Dña. Remedios, con Dña. Consuelo y la sirvienta Josefa. Otras personas permanecieron en el recibidor interior y Jesús, que, con sus contínuas idas y venidas desde la habitación de su· hermano al -239-

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