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mí, que es porque mi madre no consiente que sea Capuchino. _¿Pero ha dicho que desea entrar en la Orden Capuchina?. _Sí, D. José, mi madre le cogió unas cartas de Celestino precisamente, donde animaba a mi hermano a corresponder a la gracia de la vocación religiosa. Mi madre le ha dicho que mientras ella viva y esté bajo su potestad no consentirá que entre en ninguna orden religiosa y menos en la Capuchina que es de las más austeras... ¡Claro!. Yo he hablado a mi madre, y le he dicho, que si el Señor quiere para sí a mi hermano, será inútil que se oponga ella; adelantaría únicamente que Jesucristo se lo quite, para llevarle al cielo; pero... el amor de madre... _Ya se necesitan ser grandes los deseos de tu hermano, para hacerle caer enfermo... _Todo se explica muy bien, Dña. Consuelo. Yo sé de algún caso que hasta se ha muerto una persona inmediatamente al venirle el fracaso de ciertos deseos; y deseos de muy distinta clase de los de mi hermano Ángel. .. _Tienes razón, Jesús, tienes razón -replicó D. José con tristeza y afirmándolo también con la cabeza-. _¡ Dios mío!. Si parece que truena -exclamó Dña. Isidra llevándose las manos a la cabeza y mirando hacia la ventana-. _El sol abrasador de esta mañana, bien parecía ser precursor de la tormenta... así que no es nada de extraño que truene; y mucho me temo que venga la lluvia, porque el cielo estaba encapotado... _¡Bueno, bueno!. Seguro estoy que vendrá el agua, como dice Jesús ... y como aquí no para en una -232-
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