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almas y omnipotente. Tiemble y tema que le venga pronto el castigo. ¡De Dios nadie se burla!. Dejando de golpe el Crucifijo sobre la mesa, se fué a salir, pero su madre, que se encontraba junto a la puerta le detuvo dándole un empujón para atrás diciendo: _¿A dónde vas?. Quédate ahí. -Y se salió ella cerrando con un portazo-. Al llegar Dña. Remedios al pasillo, vió que unos corrían por la escalera y otros salían precipitadamente de los recibidores arremolinándose todos en la puerta delantera. Preguntó a un joven, que pasó medio corriendo delante de ella, qué acontecía; pero tuvo por respuesta únicamente un simple encogimiento de hombros. Echó ella entonces a correr y al llegar oyó a D. José que decía: _Que vayan a buscar al médico inmediatamente. _Pero ¿qué pasa?. Gritó Dña. Remedios imposibilitada de llegar hasta la puerta. Había oído a D. José, pero ni le veía por estar muchos en pinados y otros sobre sillas. Insistió Dña. Remedios: _¿Qué pasa?. ¿Qué pasa?. _¡Nada!. -La contestó uno; mas otro respondió:- _¡ Un accidente!. Y su hijo Jesús y un joven han llegado en una camioneta. _¡Ay!. ¡Mi hijo, mi hijo Jesús!. Gritó Dña. Remedios dictada por su corazón de madre. Y empujando a estos y separando aquellos con sus manos, se abrió paso por entre aquella muralla que no puso casi nada de resistencia. -220-