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mella por habérsele endurecido en su lucha obstinada con la gracia divina. Así, cambió de conversación y dijo con cierta frialdad: _¿Sabes a qué venía yo?. _Aún no lo ha dicho usted. _Pues venía a decirte que mañana escribas a tu hermano; y me entregarás la carta abierta para ponerle yo unas letras. _¡Bueno!. Así lo haré. _Además, acabo de invitar a la Marquesita Avelina. _Perdone que le diga que no me parece prudente... _No lo fuera, si no estuviera ya entendida con ella. _¿Luego las dos han hablado ya sobre ésto?. _Sí, la última vez que estuve en Salamanca, me hizo varias visitas, y en una hablamos de la fiesta. -214-