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_Celestino. _¿El que está en El Pardo?. _El mismo. _¿Y qué le dices? -interrogó con imperio-. _Que ruegue a Dios por mí para que me libre de la fiesta... _Y ¿cómo te vas a librar?, ¿escapándote de '? aqm .. Dña. Remedios dijo ésto con cierta soma y la sonrisa en los labios; mas su hijo la miró serio y contestó con gravedad: _Bien sabe Dios y la Stma. Virgen que si ya no he ejecutado lo que usted dice ahora, ha sido por cumplir la palabra dada a mi amigo Celestino y al Sr. Cura D. Antonino en uno de los días del mes de Mayo. _¿Qué dices?. _Lo que usted ha oído. Pensativa se quedó un momento la madre y añadió después: _¿Qué más dices a Celestino?. _Ya que al parecer se interesa tanto, se lo diré francamente. Le pido que ruegue a Dios por la conversión de usted. _¿Por mi conversión?. _Sí; -y continuó Ángel sonrosado y con los ojos clavados en el papel que tenía delante- usted está pecando, como lo dijo el otro día el Sr. Cura, y gravemente por oponerse a mí vocación; usted está separada de Dios y si muriese en este estado... Ángel se echó a llorar y escondió su rostro entre las manos; ese llanto, que a otra madre la hubiese deshecho el corazón, a Dña. Remedios apenas le hizo -213-

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