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Jesús replicó: Tu amigo está muy dado a la vanidad y si mi Madre hiciese lo que le pides, por falta de correspondencia lo que habría de ser causa de su felicidad, lo sería de su ruina y perdición. Inopinadamente se le saltaron las lágrimas a Ángel y entre sollozos afirmó: _Sí, sí, es verdad... pero ya estoy desengañado... _Por fin habías de llorar. ¡Vaya!. ¡Cállate!. Si todavía ignoras cómo terminó el sueño; aguarda unos momentos y verás. _¡Anda, termina!. _Apenas acabó Jesús de pronunciar aquellas palabras, con más ímpetu que antes prorrumpí de nuevo a llorar; mi llanto, cual penetrante espada, se debió clavar en el tiemísimo Corazón de María, pues me miró compasivamente y me consoló con estas palabras: "Hijo mío, no llores, ruega a Jesús todos los días por mi intercesión para que desengañe a tu amigo; y confía que el tiempo llegará en que seas escuchado. Entonces, yo misma plantaré en su corazón una flor semejante a la que tienes en el tuyo". Estas fueron las últimas palabras de la Virgen y yo desperté, pero desperté cambiado totalmente; y desde aquel día siempre ruego por tí; y ahora conozco que mi súplica ha sido escuchada como la Madre de Dios me lo prometió. _¿No es verdad, Ángel?. Y sin aguardar Celestino respuesta alguna, con su brazo derecho medio abrazó a su amigo Angel que tan emocionado estaba que, sin poder reprimirse, dió rienda suelta a sus lágrimas. -12-
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