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_Que el fundador del Colegio seráfico fué un hermano de un cardenal, del cardenal Vives y Tutor. _Ya, sí; el P. Joaquín de Llevaneras. _Pues no es pequeña gloria el tener por fundador al hermano de un cardenal, -dijo Dña. Consuelo-. _D. José -dijo Ángel-, dígame las impresiones de mi amigo. _Solamente te podré decir, que no quiso ver Madrid; alegó que lo había visto muchas veces. Y del Colegio, que nada le extrañaba, fuera de algunas cosinas como el cantar de dos niños, al acostarse y al levantarse, un cántico muy bonito. Además, no tenía por qué extrañarle, pues ya el P. Baltasar se lo había dicho todo por cartas. _Una cosa nos dijo, -interrumpió Cesarita-, que te diéramos muchos recuerdos, y que el P. Director había mandado a todos los niños que rogaran por tí, para que te unieras a Celestino en el Noviciado, que está en Bilbao. _¡ Dios escuche la oración de tantos niños!. Dentro de un mes iré a ver a Celestino, si me deja mi madre. _De ninguna manera hagas eso, Ángel. _¿Por qué, Dña. Consuelo?. _Porque es contraproducente, que hables a tu madre de tales cosas; pudiera pensar que querías escaparte de casa. _Tiene usted razón, Dña. Consuelo. Bueno, me alegro mucho del feliz viaje que han tenido, y de los recuerdos de mi inolvidable amigo. Adios, pues no quiero que mi madre note mi ausencia. A la tarde volveré seguramente con ella. -189-
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