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tan hermosas cualidades... ¡ Vaya!. Que si otros fueran como él... _Pero, Felisa, si ninguna dignidad es tan grande como el ser cura. Ya ves cómo se respeta y cómo se le quiere al cura de aquí; y ¿tú te crees que si D. Antonino no fuera cura, se le estimaría como se le estima?. No te lo creas, guapa. Y... deja, deja... _¡No! si yo, ya le dejo; pero ya verás cómo el ama no lo dejará, porque... bien sabe ella lo que vale Ángel y además... a nadie le amarga un dulce... _Pues si Dña. Remedios no le deja, no obrará bien. _Pues, sí señora, hace bien no dejarle y si yo fuera ella, tampoco lo dejaría. ¡Qué cuernos!. _Lo único que adelantará el ama es que Ángel no la quiera y que aborrezca la casa. ¡Mira, cómo hoy ya se ha ido al campo solo y cuánto tarda en venir!. _No ha venido, porque se le habrá juntao seguramente su amigo Celestino, y los dos se pasan las horas muertas. _No te lo creas, Felisa. La causa de su tardanza es por lo que he dicho. _Sí, puede ser; pero... cualquiera lo adivina. _Bien adivinado está. No te extrañe lo que te voy a decir. Yo he conocido a Ángel desde que vino a este mundo y recuerdo muy bien las cosas que hacía de pequeñito; también me acuerdo de otras muchas de cuando tenía 13 ó 14 años y de todo esto puedo colegir ¡pásmate! me atrevo a decir que si él se ha empeñado en ser cura y su madre se empeña en quitarle la vocación cualquier día desaparece de estas tierras. _Pero ¿qué dices Josefa?. -118-
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