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Se fue con prisas a la montaña 129 manera de reflejar en palabras, aun logrando las mejores descripciones. Se veía clarísimamente que estaban en animada conversación con Al– guien... Sin dejar de mirar hacia arriba, trazaban a veces con la mano circulitos, crucecitas y otros signos o figuras en el suelo; allí ponían los objetos que antes, o después, levantaban en sus manos como dán– dolos a besar... »Yo no logré captar lo que decían mientras todas estas operaciones: pero sí capté lo que empezaron a decir luego: "¡Bájale ... Bájale.. . !", y levantaban los brazos como queriendo recibir algo en ellos. Para mí era evidente que estaban pidiendo a la Virgen que bajara y les dejara el Niño. ¡Había un anhelo en sus ojos y en su súplica! »Instantes después, dieron la impresión de que ya tenían en sus bra– zos lo que tanto deseaban, pues fueron bajando la vista e inclinándose suavemente hacia algo que parecía pasar de los brazos de una a los de otra... Mientras repetían: "¡Ay, qué hermoso ... ! ¡Qué precioso.. .! Pero ¡qué hermoso es ... !" Puedo atestiguar que lo decían de un modo que impresionaba: parecía que en aquellas palabras y en su mirar se les iba el alma, de amor y de gozo. · »Pude seguir por sus gestos el momento de devolver el Niño a la Madre, etc. Luego les oí: "¡No te vayas.. . ! ¿Cómo? ¿Tres cuartos de hora ya.. .?". Yo no había cronometrado el tiempo; pero allí cerca vi a un sacerdote (luego me enteré de que era el cura de Aguilar de Cam– poo 3 ), y él, mostrándome el reloj, me aseguró que era exactamente el tiempo que llevaban en éxtasis, pues había tenido buen cuidado de mirar la hora al comenzar. »No paró aquí la cosa. Tuvimos luego 1,1na segunda escena, que casi nos emocionó más. Según me dijeron después, era la primera vez que ocurría una cosa semejap.te : las niñas, extáticas, fueron cayendo por tierra; pero ¡con una gracia, y una compostura... ! »Todos no.s asustamos mucho, temiendo que pudiera suceder algo grave. La madre de una de las niñas, no puedo decirle cuál, se acercó a tomar a su hija, llorando con todo desconsuelo4. Yo, muy alterado, casi a gritos, empecé a decir: "Pero, ¿es que entre tanta gente no hay siquiera un médico que pueda hacer algo ante cosa tan extraordinaria? ¿Es que no hay alguien?"... Don Valentín, el párroco, que estaba entre la gente, interrumpió entonces el preocupado silencio general, diciendo con voz grave: "Esto de aquí, siempre ha sido extraordinario; lo que pasa es que somos hombres de poca fe". Confieso que me impresionó aquella salida; y al cabo de los años, la recuerdo como si la estuviese oyendo ahora mismo. 3 Villa norteña de la provincia de Palencia, en la margen izquierda del río Pi– suerga. Se ha hecho popular en España por sus galletas. 4 De unas notas que he visto de don Valentín sobre este día 3 de agosto: «Por la tarde comenzó uh éxtasis a eso de las nueve: rezaban el rosario (Loli y Jacinta), y al primer Padrenuestro se extasiaron; hablaron con el ángel, cantaron lo de San Miguel, .. Luego sucedió una cosa extraña: Las niñas cayeron de espalda. A Jacinta la cogió .su madre, y a Loli el Director General de Seguridad. Estuvieron caídas como unos díez minutos. Luego las preguntaban quién las había tumbado.•

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