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128 Las primeras «caídas» de gracia Mientras el taxi de Fidelín Gómez devoraba kilómetros por la Nacio– nal 634: Torrelavega, Cabezón de la Sal... llevando hacia casa a la za– randeada adolescente (con s.u mamá y tía), en los altos lugares de Ga– rabandal se desarrollaban escenas inolvidables. Había por allí muchísima gente; y de guardias, más que nunca. ¿Se temía acaso algún alboroto? No; era sencillamente que aquel día había subido al pueblo el Director General de Seguridad 1 , no por razones de su cargo, sino, como tantísimas otras personas, por una curiosidad bien explicable. También andaba por allí. com dijimos, el párroco leonés don Manuel Antón. Es éste quien nos refiere algo de lo sucedido: «A la caída de la tarde, Loli y Jacinta salieron de la casa de Ceferino, donde habían estado jugando en la parte de arriba. Toda la gente, que esperaba en la plaza, se pliso en movimiento ... y yo tuve buen cuidado de asegurarme un lugar de primera fila: agarré a Loli por la bata, deci– dido a mantenerme siempre lo más cerca de ella. Delante de todos iba un teniente de la Guardia Civil, con los brazos extendidos para que nadie se le adelantara, y caminando sin apresuramiento. Yo no me solté de la bata a Loli, hasta que llegamos a los Pinos. Allí las niñas se colo– caron en el centro, y los guardias dispusieron a la gente en un ampio círculo, como un corro de «aluche» 2, para que todos pudieran ver me– jor. Dentro del corro, al lado de las niñas, sólo quedamos don Carlos, su señora y yo. Una de las niñas empezó el rosario... Todos estábamos de rodillas sobre la hierba; y me acuerdo que algunos muchachos se habían encaramado a las ramas de los pinos, mas puedo atestiguar que su actitud y comportamiento no desdijo en nada del ambiente general de profunda religiosidad y respeto. »A la tercera o cuarta avemaría del primer misterio, a la niña que dirigía el rezo se le cayó el rosario de la mano, y las dos lanzaron al unísono un ¡Ay! apagado, quedando de golpe en la actitud extática que tantos conocen. Empezó entonces algo cuya belleza y emoción no hay 1 Don Carlos Arias Navarro. Este señor había estado de Gobernador Civil en León por la década del 40. Allí conoció a la que había de ser su mujer, doña María Luz del Valle, hija de don Emilio del Valle. En 1965 dejó la Dirección General de Seguridad, para hacerse cargo de la alcal– día de Madrid. Posteriormente sería Ministro de la Gobernación y, por último, (1974-76), Presidente del Gobierno, el último de Franco, el primero del Rey Juan Carlos. Según testimonio del brigada de la Guardia Civil, tantas veces citado, este día estaba también en Garabandal don Emilio del Valle con sus hijas .«Las hijas de don Emilio me dieron varias medallas para que yo las entregara a María Dolores y ésta las diera a besar a la Virgen.» 2 El «aluche» es un deporte típico de los pueblos de León- la Ribera y la Mon– taña-. Cuando se le quiso organizar y darle un espaldarazo oficial, se le rotuló como «Lucha leonesa». Sus competiciones popular¡¡s son siempre al aire libre, sobre praderas o prados segados; y los espectadores han de colocarse en amplio círculo, dejando en el centro sólo a los luchadores de turno: de aqui, el nombre popular de «corros» para dichas competiciones.

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