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Se fue con prisas a la montaña 121 de la Comisión creían solucionar todo el asunto con su tratamiento para «curar» a Conchita. El día 30 insistieron las niñas, ante la visión, en su ruego de que diera una buena prueba para que todos creyesen ... «Que se haga de noche, en pleno día». Cuando esto decían, era ya de noche; mas no para ellas, que estaban metidas en una totalidad de luz. Otra vez dijeron: «Aunque sea un milagrín chiquitín, como que volemos». El P. Royo Marín, que estaba presente, exclamó: «¡Lo que deben de ver estas niñas, que llaman "milagrín chiquitín" al volar!» «La Virgen se pone seria cuando le pedimos un milagro» 65 , dije– ron después. Uno de los éxtasis de este día lo tuvo Mari Loli, sola, en casa de su abuela. «¿Cómo vienes aquí, donde nadie nos ve?» Indudablemente, ella y sus compañeras deseaban que todo aquello irradiara hacia los demás, para que creyeran y se aprovecharan. El día 31 la gente pudo ver por primera vez cómo las niñas andaban graciosamente de rodillas durante su éxtasis. La aparición se les alejaba, y su fuerza de atracción las hacía marchar sin cambiar de postura ni levantarse del suelo. En este mismo día le ocurrieron a Loli las pri– meras «oscilaciones»: movimiento o balanceo del cuerpo como si fuera a caer, pero sin producirse la caída. El día 1 de agosto, martes, hubo éxtasis a tres horas distintas en los Pinos 66: a las 10,45, a las 12,15 y a las 15,40. En uno de ellos, segu– ramente en el de las 12, hora del «Angelus», se oyó muy claramente a las niñas rezar el Avemaría con una preciosa modificación o añadidura: «Santa María, Madre de Dios y MADRE NUESTRA, ruega por... » 67 A la Virgen le pareció bien; pero indicó que no empleasen habitualmente esa fórmula mientras no fuese autorizada por la Iglesia 68 • El día 3 de agosto ocurren por primera vez las «caídas extáticas», de las que ya queda dicho. Fue seguramente en este día cuando subió por segunda vez a Gara– bandal el párroco leonés don Manuel Antón. Digo «seguramente», por- 65 No podemos entrar en toda la razón• de esta seriedad de la .aparecida; pero nos la explicamos en parte. Garabandal venía viviendo en un «milagro» cotidiano: aquellas frágiles criaturas, que no se agotaban ni desquiciaban con tal profusión de trances..., la misma realidad asombrosa de tales trances..., las «pruebas» per– sonales y certeras que todos los días había para unos o para otros... ¡Y la gente seguía pidiendo, en una actitud de tortuosa resistencia o con un apetito desorde– nado de maravillas, que se les diera señales de factura impresionante, para quedar seguros o saciados! . 66 Nota de don Valentín, a 23 de julio: «Dicen que los martes, a los Pinos». Por estas fechas, Mari Cruz tenía casi siempre la aparición aparte, y muy frecuente– mente, en el rústico balcón de su casa. 67 Es éste, uno de los momentos más significativos de Garabandal. No puede dudarse (cada día nos daremos mejor cuenta) de que la quinta– esencia de «los sucesos» garabandalinos estaba precisamente en esto: en que vivié– ramos de lleno la realidad de que la Virgen Madre de Dios es también, ¡y hasta qué punto!, nuestra Madre. Las niñas, que lo experimentaban a diario de forma sobrenatural, se vieron necesitadas Gle desahogar lo que sentían, con aquella acertada y espontánea añadi– dura a la mejor oración mariana. 68 Cualquiera entenderá el porqué de esta indicación de la Virgen, pero también cualquiera entenderá que esto no nos quita libertad para rezar, en privado, como las niñas.
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