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Se fue con prisas a la montaña 117 las influencias nada fáciles de arriba. Y el m:.lagro parece ser que no se produjo. Y ya no hubo apariciones. Si de esto sacaron los comisionados la conclusión de que lo que la niña había tenido anteriormente no ofrecía garantía alguna de proceder de Dios, dieron la medida, pobre medida, de su talla como expertos en teología mística o espiritual. .. La acción de Dios no se desarrolla, norrr:almente, en plan apabu– llante (que abate todas las resistencias), ni como independiente de toda correspondencia o éooperación humana. Hasta sus mejores planes pue– den malograrse, si por parte de los destinatar:.os hay .una pertinaz falta de atención, de apertura y de docilidad. «Quien tenga oídos para oír, que entienda». «Y como iba todos los días a la playa, no se me apareció la Virgen» 59. Escribió el P. Andreu en la adición primera a su informe: «Me ha dicho la niña, que en Santander le enseñaban fotografías, y hacían con ella otras experiencias... , sin duda a modo de "test". La finalidad pare– cía ser la de sacarla del ambiente en que había vivido, y que tal vez influía en sus visiones. Sin preguntarle yo especialmente sobre aquel período de su vida, ella, delante de algunas otras personas, me dijo: "Me ha declarado la Virgen, que no me vino a ver más veces, porque yo iba a la playa. Pero ahora ya me he confesado"». Pero lejos de allí... Mientras en Santander se llevaba adelante el inspirado tratamiento que ya hemos visto, para curar a Conchita de sus enfermedades visio– narias, lejos de allí, en Garabandal, «los sucesos» seguían su marcha misteriosa. Al día siguiente de la .partida de la niña 61 , llegaban a la ya famosa aldea tres sacerdotes de la ciudad de León: don Manuel Antón, don Víctor López y don Geminiano García. El primero era párroco de San Claudia (moderna iglesia situada en el mejor paseo de León, el de la Facultad) y los otros dos eran bien conocidos allí por sus actividades docentes. Los tres estaban pasando unos días de vacación en el pueblo de Barro, en la preciosa costa de Llanes (Asturias); les llegaron noticias de lo que venía ocurriendo no lejos, y decidieron ir a ver qué pasaba. Llegaron a Cossío en coche, y de allí a San Sebastián subieron an– dando. Así, a pesar de la fatiga y el sudor, pudieron admirar lo agreste y bravío de aquellos parajes. Hacia las doce y media entraron en el pueblo y, preguntando, llega– ron a casa de Ceferino. Don Manuel Antón, que es quien me lo cuenta, 59 Esto no significa que el ir a la playa sea en sí mismo pecado; significa tan sólo que aquel ambiente, tan lleno frecuentemente de sensualismo y de incitaciones, se convierte en serio obstáculo para un comunicarse especial e intensamiente con el mundo sobrenatural. Respecto a Conchita, parece que no se extremó la atención por la decencia en cuanto a la elección de bañadores. 60 Quien me lo refioce, Rvdo. don Manuel Antón, cree que fue en ese día 28 de julio, aunque no tiene plena seguridad; yo, con las notas de don Valentín delante, pienso si no sería el domingo dfa 30.

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