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Se fue con prisas a la monraña 115 «Y me decían: "Ponte tiesa, mírame a la nariz..., que te voy a hip– notizar". Y cuando me dijo: "Mírame a la nariz", yo me reía... Y él me decía: "No te rías, que no es cosa de risa". Y ese día ya no me hicieron más cosas». No sabemos a qué hora terminó esta primera ses10n de cura de Conchita, que debió desarrollarse en la tarde del mismo día de su llegada. Pero ¡ buenos hubieran quedado los señores Odriozola y Piñal, de haber sabido que mientras ellos preguntaban y apostrofaban en la ofi– cina de la iglesia santanderina, la gente de Garabandal se enteraba cum– plidamente de lo que acababa de ocurrir allí. en la Calle Alta! Y no precisamente por teléfono... A la misma hora del trance de Conchita, las tres que habían quedado en el pueblo tenían una aparición en los Pinos; y durante ella la Virgen les dijo que también Conchita la estaba viendo entonces... Las niñas lo dijeron luego a la gente, y el brigada de la G·.1.ardia Civil 55 pudo com– probar bien pronto desde Puente Nansa, por teléfono, toda la exactitud de sus informes: por la Virgen habían sabido ellas en los Pinos de Garabandal lo que estaba pasando en los mismos instantes a noventa kilómetros de distancia. El párroco don Valentín Marichalar es uno de los buenos testigos que pueden garantizar la verdad de este suceso. «Al día siguiente me llevaron donde médicos 56, a ver si estaba en– ferma; me llevaron donde uno que se llama Morales, y varios más... ss El día 27 de julio el brigada don Juan Alvarez Seco estuvo en Santander, sin saber nada del viaje de Conchita. Antes de salir, encargó a sus guardias, que obser– varan atentamente lo que ocurriera ese día en Gara:iandal, para que luego se lo explicasen. Al regresar por la tarde, llamó a la pareja que había estado de servicio, y de ella recibió el informe de que «a la una horas de la tarde se había aparecido el ángel a Mari Cruz, Jacinta y María Dolores... , que ellas le dijeron que tenían mucha pena porque ese día, cuando se apareciera la Virgen, no iba a estar Conchita para verla... , y que entonces el ángel les aseguró que también Conchita vería a la Virgen, a la misma hora en que ellas la vieran en Garabandal». No tardó mucho don Juan Alvarez Seco en comprobar, por conferencia telefó– nica oficial con el brigada Crescencio, de la Comandancia de Santander, la reali– zación de todo aquello que le comunicaban los guardas. El asombro debió de ser mutuo... Alguien cuenta que cuando el de Santander empezó diciendo: «Oiga, ¿no sabe usted que esa niña Conchita ha tenido aquí. .. ?», replicó el de Puente Nansa: -«Sí, ya lo sabía ». - «Pero ¿quién ha podido decírselo?» -«¡La Virgen!» 56 Las consultas a los médicos debieron de durar más de un día... Uno de esos días tuvo lugar el corte de las coletas o trenzas de Conchita. Es un episodio in– teresante. Los de la Comisión acordaron tal operación de peluquería, al parecer por dos motivos: 1. 0 Para que la niña no fuera fácilmente reconocida por las calles de Santander, pues bastantes personas habían subido ya a Garabar.dal, y otras muchas conocían fotografías de las videntes. 2. 0 Para eliminar una posible causa de los extraños fenómenos ... Me resisto a creer esto último, pero lo he escuchado y leído varias veces; y aquí está el testi– monio explícito de don Julio Porro Cardeñoso, canónigo de Tarragona, uno de los mejores conocedores del asunto Garabandal, en su conferencia «El Misterio de Ga– rabandal en la Teología Católica», pág. 68: «Poco han aireado (los de la Comisión) su apreciación de que las coletas que tenía Conchita eran el origen de un fluido misterioso que subyugaba a las compañeras.» Parece más creíble lo que me escribe el Rvdo. don José Ramón García de la Riva, después de informarse en el mismo pueblo: «La llevaron a una peluquería.

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