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112 de Garabandal: «las caídas» 43 • (De algunas de ellas hay fotografías interesantísimas, especialmente de Loli y Conchita.) Mari Cruz, en tran– ce, extendía el brazo para sostener a Jacinta... , la cual acabó medio tum– bada en el suelo. Conchita dijo a Mari Loli: «Crúzame bien los brazos; me los has cruzado al revés» 44 • (Recuérdese lo ya dicho de que, durante el éxtasis, solamente las niñas pueden actuar fácilmente las unas sobre las otras: a las demás personas ofrecen sus miembros una rigidez tal, que es casi del todo imposible vencerla. Lo mismo ocurre en cuanto a la gravidez o peso: ellas se levantan mutuamente con grandísima faci– lidad; pero entre dos hombres forzudos apenas han logrado mover algo a una de ellas.) Durante toda la visión (una hora, por lo menos) Mari Cruz estuvo como clavada de rodillas sobre la arista, unos cinco centímetros de anchura, de una piedra... , sin manifestar ni entonces ni después dolor alguno o cansancio 45. En su hablar con la aparición, se les oyó preguntar que por qué no había traído al Niño... , y luego empezaron a decir de algunos sacerdo– tes allí presentes 46 , especialmente del que más les había llamado la atención: «Nosotras, como teníamos tantos deseos de saber quién era aquel Padre que venía con vestido blanco 47, se lo preguntamos a la Virgen, y la Virgen no decía nada, nada más que sonreía. Pero nosotras insistía– mos de nuevo, y al cabo de mucho rato, nos dijo: "Es un dominico". Y yo dije: "¿Un dominicu?", y dice Ella: "Sí"». Se captaron más cosas de su diálogo: le contaban a la Madre que el párroco les había dado ciruelas en la sacristía, que el púlpito de la iglesia estaba a punto de caerse, que don Valentín había regañado a Conchita por llevar la melena suelta 4 8 «como la de San Miguel», que la madre de Conchita estaba muy negra y sólo tenía dos dientes ... , que les habían hecho una película, y que ellas no habían estado nunca en un 43 Las «caídas» de que se habla aquí, no deben confundirse con el caer de rodi– llas, que ya se dijo, en el comienzo de los éxtasis o en medio de una marcha extática. Las «caídas» son un derrumbarse, generalmente poco a poco, de la niña extática hasta quedar como echada sobre el suelo. En Garabandal ocurrieron unas cuantas veces, y siempre las niñas caídas llamaron la atención por el decoro y la gracia de toda su figura: los espectadores eran indefectiblemente llevados a la admiración y al respeto. 44 Me parece más aceptable, por más inteligible, lo que dice don Valentín en sus notas: «Conchita estaba como rígida y con los brazos hacia adelante, y Loli le decía: "Pon los brazos para abajo". -"Pónmelos tú", le contestó Conchita; y Loli le bajó un brazo. Entonces yo intenté bajarle el otro; pero estaba totalmente rígido. En seguida se lo bajó Loli.» 45 Véase el desahogo de la madre de Mari Cruz en la página 129. 46 Cuando se trata de sacerdotes, las niñas preguntan siempre a la aparición de una manera muy particular e intensa: parece que no hay nada que pueda preocu– parles más. (Nota del P. Andreu en el diario de Conchita.) 47 Parece que en su diálogo las niñas no hablaban sólo a la Virgen del vestido blanco (que nunca habían visto) de aquel Padre, sino también de su «zapatos con agujeros» (sandalias) ... 48 Conchita tenía entonces un hermoso pelo largo, que de ordinario llevaba reco– gido en trenzas o coletas. Muy pronto vamos a ver la suerte de estas últimas.

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