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Se fue con prisas a la montáña / 111 Ese día me había dicho mi mamá que le preguntara a la Virgen que si me dejaba ir a Santander, y yo le dije que se lo preguntaría.» 39 En el libro de SánchezcVentura «Las apariciones no son un mito», cap. VI, se nos dan más detalles de esto que empieza a contar Conchita. Se deben tales detalles a «un testigo presencial», que así completa desde fuera lo que la niña recuerda de su vivir la cosa por dentro. Estamos en el día 26 de julio de 196140. Ya por la mañana tuvieron las niñas una visión, y luego anup.ciaron otra para la tarde: «Hoy es antes», dijeron. Acabarían reuniéndose en el pueblo como u::ias seiscientas personas: entre ellas, siete sacerdotes y un padre dominico de la Universidad Laboral de Córdoba. «Eran las seis de la tarde, cuando ya teníamos las cuatro dos llama– das. Nos había traído un Padre un paquete de ~aramelos: su nombre es don Alfonso Cobián 41; nos los había traído para las cuatro, y cuando nos los estábamos repartiendo, nos vino la tercera llamada, y dejamos los caramelos en la calle... ¡Con las ganas que teníamos de comerlos! 42 Pero nos gustaba más, ¡mucho más!, ver a la Virgen; y además, la ter– cera llamada es una cosa que nos lleva, y no sabemos cómo. lbamos al sitio llamado "Cuadro"; pero no nos dio tiempo a llegar, y se nos apareció sin llegar allá.» Era alrededor de las ocho de la tarde, todavía con sol o luz en aquellas fechas de julio. Las niñas entraron corriendo por la calleja; pero antes de poder meterse en el cerco de maderos, cayeron de rodi– llas como clavadas: dos delante y dos detrás. Conchita mantuvo casi todo el tiempo la cabeza hacia arriba, en posición muy forzada; las otras tres miraban hacia adelante, en alto, con los ojos bien fijos, y Mari Cruz lloraba. La expresión de sus rostros era muy dulce... A veces se sonreían, y en algunos momentos reían francamente. Todas sacaron a la vez las medallas y rosarios que llevaban al cue– llo, para darlos a besar a la visión. Una de eJas dijo: «Esta es de un hombre que me dijo que se la beses muy fuerte». Jacinta inició uno de aquellos movimientos oscilatorios que habían de llevar, poco tiempo después, a uno de los fenómenos más llamativos jugaban en un prado de cerca; era una tarde herm,:isa y el cielo estaba comple– tamente limpio de nubes. De pronto, hacia las 7,30, se formó una nube muy negra por encima de Peña Sagra, y de ella salió un rayo impresionante con trayectoria de arriba abajo. Las niñas cayeron de rodillas totalmente asustadas. El trueno que siguió nos estremeció a todos; pero ellas quedaron e:::itonces con la vista extasiada mirando hacia arriba... Recuerdo que tuve que apaciguar los gritos de la madre de Mari Cruz. Todos permanecimos durante unos minutos en silencio... y hubo quien me dijo después, muy serio, aunque sin darle demasiada importancia, que había visto sobre la nube una o dos figuras como viste el Santo Padre.» 39 Esta consulta de Aniceta demuestra que, a pesar de las dudas y temores que en ocasiones la asaltaban, en el fondo estaba la casi seguridad de que su hija no inventaba ni fingía. 40 Estoy casi seguro de que ésta es la fecha, y no el 27, como escribe Sánchez– Ventura en su libro. 4 1 Párroco de Ribadesella (Asturias), como ya que:la dicho. 42 Hay mucha fuerza en esta exclamación de Conchita. Casi todas las niñas suelen ser muy golosas; y esto debemos suponerlo acrecido en aquellas pobres niñas de aldea, tan poco acostumbradas a las cosas exquisitas...

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