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110 Vamos a ver su primera actuación. Pero antes, tratemos de en– marcarla. Y para eso, volvamos al Diario de Conchita (pág. 39): «Dos meses antes del mensaje (que fue en octubre, como veremos), me llevaron a Santander, por medio de un sacerdote llamado don Luis.» Se trata de don Luis González López, sacerdote que había estado de cura, años antes, en Garabandal, luego en Celis, en el mismo Ayunta– miento de Río Nansa, y atendía entonces a la parroquia de la Conso– lación, en la capital santanderina. Tenía relaciones con San Sebastián de Garabandal, no sólo por sus años de cura allí, sino también por vínculos familiares, pues estaba emparentado con la madre de Conchita por matrimonio entre parientes de ambos. ¿Por qué se planeó esto de llevar a Conchita a Santander? «-Me querían llevar a Santander, porque decían que yo era la que obsesionaba a las otras... » Debían de pensar esto los de la Comisión y algunos más. También el citado don Luis, que ya había estado alguna vez en Garabandal pre– senciando los sucesos, y don Valentín Marichalar vieron la conveniencia de hacer la prueba. La madre de Conchita no puso grandes reparos, pues para todos don Luis era un sacerdote de absoluta confianza, y precisa– mente en su casa habría de parar la niña durante su estancia en la capital. A todos inquietaba ya muy seriamente lo que estaba ocurriendo en el pueblo y que iba a más cada día... Los que se sentían responsables, aun descartando toda posibilidad de mala fe en las niñas, debían de pre– guntarse con frecuencia en qué pararía todo aquello... , y si no había que tomar ya alguna medida para esclarecerlo todo mejor y encarri– larlo; ¿no podía influir demasiado en las restantes del grupo, aquella Conchita que se perfilaba como la de mayor personalidad y ascendiente?; y en ella misma, ¿no estaría ya pesando demasiado el ambiente creado por los sucesos? Parecía muy aconsejable hacer una prueba, sacándo– la de allí. La iniciativa debió de partir de la Comisión, y don Luis González resultó el intermediario ideal. .. 37 Pero Aniceta no las tenía todas consigo: por primera vez iba a alejar de su lado a aquella hija por la que velaba tan enérgicamente, y su instinto maternal le hacía detectar confusamente ciertos riesgos... Por eso quiso tener antes alguna s~guridad de arriba. «La víspera de ir a Santander 38, había mucha gente (en el pueblo), y entre ella, un padre con hábito blanco, y a mí me extrañaba mucho que viniera con hábito de ese color: ¡como nunca los había visto ... ! YI Un sacerdote de toda garantía (don José Ramón García de la Riva), después de informarse sobre el terreno, me escribe: «El viaje a Santander fue un engaño de la Comisión (señor .Odriozola) a don Valetín y Aniceta: se les aseguró que se trataba solamente de una entrevista con el señor obispo...; pero ya estaba tramado con don Luis el tener a la niña en la capital, bien apartada del ambiente de apariciones.» .38 Es decir, el día 26 de julio. Hay algo curioso o enigmático del día anterior, 25 de julio, gran día en España por celebrarse la fiesta de su patrón el Apóstol Santiago. «En ese día -dice don Juan Alvarez Seco- yo tenía apostada una pareja de guardias en la Calleja, y otra frente a la casa de Conchlta. Las cuatro videntes
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