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Se fue con prisas a la montaña 109 Confidentiel» destinado «a los cardenales, arzo::,ispos y obispos de len– gua francesa». Esos dos sacerdotes eran el párroco Alfredo Combe, francés, del departamento del Ródano, y el P. José Laffineur, belga, asentado en Francia, que acaba de morir el 28 de noviembre de 1970. La cuarta parte-A de tal dossier habla sobre c.Garabandal y el derecho canónico», con afirmaciones como éstas (omitimos aquí los «peros» demasiado personales): «La comisión no ha sido jamás "un tribunal", ni jamás ha actuado ni sentenciado como "tribunal eclesiástico" según los cánones. Nunca, por ejemplo, se exigió el juramento de rigor a quienes eran requeridos o interrogados, aunque se coleccionaran sus cértas o informes. »Tal comisión estaba compuesta de dos laic:3s y tres sacerdotes. Los laicos eran un neurólogo (Morales) y un médi::o anestesista (Piñal), lo que no constituye -digámoslo de paso- una gran suma de ciencia... »En cuanto a los sacerdotes comisionadcs, pronto uno de ellos (Odriozola) fue dejando a los demás en la sombra, moviéndose corno si todas las atribuciones se acumularan en él: no sólo las de secretario, sino tarnbiép las de procurador, notario y hasta juez... »Además, exigía tener él mismo la evidencia de la realidad de las apariciones, cuando en esta materia la evidencia no puede darse más que en los videntes, debiéndose contentar los demás con un buen con– junto de motivos de credibilidad. »Y para colmo, él -como los dos médicos ya citados- sólo en con– tadas ocasiones subió a ver los hechos sobre el terreno ... »Como si buscaran sólo coleccionar argun:entos desfavorables a la causa de Garabandal, han evitado interrogar a las mismas videntes, a sus familias, a los testigos, irrecusables, que sabían a favor de las apa– riciones .. .» Henos aquí, ante acusaciones extremadamente serias. Yo no las recojo por gusto (siento que se digan de personas a quienes estimo); pero nos urge a todos que se aclaren de una vez las cosas: tenemos derecho a saber ya, qué es lo que de verdad ha pasado en Garabandal. Si el proceder de la Comisión ha sido tan claro, limpio y ajustado a derecho como se nos quiere hacer creer desde la curia santanderina, y sus dictámenes negativos, tan bien fundados como dicen, ¡vengan las pruebas!, para que acaben de una vez con la niebla de suspicacias, dudas y comentarios que tanto daño hace a todos. Estos cristianos de hoy, tan «adultos» como se dice, ya no se aquie– tan con simples declaraciones oficiales. Pero volvamos al punto de partida, y sigamos hablando de los co– misionados por los d{as en que empezaron a moverse. De todos ellos debía de tener muy buena opinión el administrador apostólico, don Doroteo Fernández, pues en la primera nota sobre Gara– bandal, que aparece en el «Boletín Oficial de la Diócesis», fecha de 26 de agosto de 1961, dice monseñor: «Hemos nombrado una comisión de per– sonas de reconocida prudencia y doctrina, para que nos informasen, con toda garantía dé objetividad y competencia, acerca de dichos aconte– cimientos.. .».
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