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Se fue con prisas a Za montaña 103 tiguarse, la recitación de la nueva fórmula del "Señor mío Jesucristo", etcétera. »7.º Formación de conciencia: Con frecuencia se oye a las niñas hacer preguntas en estado de trance; he aquí algunas de esas preguntas: -Cantar la canción "Esperanza", ¿es pecado? 20 -Decir: "No quiero comer", ¿es pecado? -Que fumen las mujeres, ¿es pecado? »8.° Hecho significativo: un día cierta señora quiso hacerse una foto con una de las videntes, pero ésta se marchó de su lado diciendo: "La Virgen no quiere que nos retratemos con las que llevan mucho escote". »9.º Llama la atención el trato tan sencillo y confiado que las niñas tienen con la Virgen; seguramente lo han aprendido de Ella. »No es fácil calibrar el proceso espiritual de un alma, como no sea para un director de conciencia con quien se tenga trato constante. El progreso espiritual de las niñas habrá de medirse mucho más por lo interno que por lo externo; pero se reflejará indudablemente en el ejer– cicio o práctica de las virtudes. »Humildad. - Se ve manifestada en las niñas de diversas maneras: en su manera de vestir, en la manera de hablar, en el poco caso que hacen del público que sube a verlas, en los trabajos humildes que si– guen haciendo delante de todo el mundo, en la docilidad a las indicacio– nes de sus padres y de sacerdotes, etc. »En varias ocasiones les ha indicado la Virgen, que cuando vayan a verla, no lleven ni pulseras ni pendientes. La única que solía llevar pendientes era Conchita. Pero en un trance, a la puerta de la iglesia, se le oyó preguntar: ¿Qué tengo de malo?... ¡Ah, bueno... !, y volviendo a la realidad, marchó a su casa: se quitó los pendientes y una pulsera, y regresó a la puerta de la iglesia, donde entró de nuevo en éxtasis. Yo mismo he observado varias veces que, cuando sienten la tercera llama– da, entregan o tiran en seguida cualquier anDo o pulsera que tengan en las manos y que no es de ellas, sino de alguna señora que se lo ha dejado para que lo vean o examinen. 20 Se trata de una canción que por entonces se había hecho muy popular; can– ción frívola, de letra tonta o insulsa, como la de tantas otras canciones que han tenido éxito. Decía, por ejemplo, entre otras «genialiéades»: «De las mujeres, nunca se sabe... » Y repetía como enjundioso estribillo: «¡Ay, qué pena me dasi ¡Esperanza, por Dios, sólo sabes bailar! Cha. Cha. Cha.» La musiquilla flotaba en el ambiente estival de los pueblos, y más de una vez la tararearían las niñas de nuestra historia; pero habían oído seguramente en casa, que no se debía cantar aquello (la educación en unos hogares de «cristianos viejos» como los de Garabandal era severa), y por eso preguntaban a la Virgen.
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