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66 quedarán para siempre en el «secreto» personalísimo de cada una de las videntes... Lo que Santa Teresita escribió a propósito de su propia historia, tenemos que decirlo nosotros ahora a propósito de la de Ga– rabandal: «Muchas páginas de esta historia no se leerán jamas en la tierra». En cada entrevista, después de recibir los desahogos de las niñas, hubiera podido añadir Ella aquello de los Proverbios (8, 32-35) que tan– tas veces pone la liturgía en sus labios: «Y ahora, hijos míos, escuchad– me: os enseñaré la buena disposición hacia el Señor (Salmo 34, 12). ¡Bienaventurado el que sigue mis caminos! Atended a mis consejos y sed sabios ... Bienaventurado quien me escucha y vela a mi puerta cada día y es asiduo cerca de mí. Porque el que me encuentra, encuentra la vida, y entrará en el favor de Dios». La gracia de unos besos En este lunes de julio, día de la segunda apanc10n de María Reina y Madre, no sólo encontramos por primera vez lo de las «llamadas», como ya hemos visto, sino también algo de lo que no sé que haya pre– cedentes en la historia de la Iglesia, y que viene a ser por eso plena– mente típico de Garabandal; yo me atrevo a calificarlo así: la GRACIA de los Besos. Ya lo hemos leído antes: «La gente y los Padres que había, nos daban objetos para que se los diéramos a besar, y Ella lo besaba todo». El por qué de tan feliz ocurrencia queda también indicado. Y en el curso de esta historia irán saliendo no pocos ejemplos de esta generosi– dad osculativa de la Virgen... Sólo falta poner aquí algunas observacio– nes que ayuden a entenderlo todo mejor. Nuevamente recurrimos al testimonio del P. Ramón María Andreu, en el informe que redactó a los tres meses de haber comenzado los fe– nómenos de Garabandal: «Las piedras han sido cosa muy frecuente en las visiones de las niñas. Se trata de piedras pequeñas, como del tamaño de un caramelo. Las recogen del suelo en estado de trance, o las llevan ya preparadas de antemano: se las dan a besar a la Virgen, y después las entregan a distintas personas, como recuerdo, o como señal de perdón. Se ha visto frecuentemente que la misma visión pedía a las niñas más piedras; pero ellas no las encontraban... Con motivo de estas piedras besadas por la Virgen se han podido observar fenómenos de «hierognosis» (co– nocimiento secreto o misterioso en orden a distinguir de las demás cosas, las santas o sagradas). Por ejemplo, cierto día una de las niñas, en trance, tenía un mantoncito de piedras para ofrecer al beso de la Virgen; al levantar una hacia la visión, se la oyó decir con toda claridad: «¿Qué? ¿Que ya está besada? ¡Ah! Es la de Andrés». Una piedrecita es .bien poca cosa, nada vale; pero esa misma piedra se convierte en preciado tesoro al ser distinguida por un beso de la Virgen. Esto del beso de 1~ piedras ocurrió sobre todo en las primeras se– manas; luego, casi no había más que objetos religiosos: crucifijos, ro– sarios, medallas, estampas, escapularios ...

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