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Se fue con prisas a la montaña 65 Hasta aquí el P. Ramón María Andreu, testigo directo de tantas cosas en Garabandal. Mas volvamos a la pequeña historia de aquel lunes de julio, día 3. «-Nosotras les hemos dicho (a los padres) lo de las llamadas, y ellos se han quedado muy extrañados: ¡como nunca lo habían visto ni oído! Nosotras, de pasar esta conversación).tuvimos una llamada, y se lo hemos dicho. Estábamos las cuatro juntas, 'y hc.bía mucha gente, y algu– nos de ellos, de los que no lo creían, o sea porque no habían venido nunca, le decían a don Valentín, el párroco áel pueblo: ¿Por qué no poner a dos en casa de Loli y a otras dos en casa de Conchita (en mi casa)? Y don Valentín dijo: Pues está bien pensado.» Y con el permiso de los padres, se hizo así: Loli y Jacinta, en casa de Loli; Conchita y Mari Cruz, en casa de Cor.chita. «-Nos desapartaron así, para ver si coincidíamos las cuatro a la vez. Y ya después de media hora, tuvimos la segunda llamada... y coinci– dimos las cuatro allí en "el cuadro" a la vez, y la gente se admiraba. Según que llegamos al cuadro, se nos apareció la Virgen, con el Niño Jesús; pero no venían los ángeles. Ella venía muy sonriente, y el Niño también; y nosotras, lo primero que le dijimos fue que dónde estaba San Miguel y el otro ángel, y Ella se sonreía más. La gente y los Padres que había, nos daban objetos para que se los diéramos a besar: y Ella lo besaba todo. Y nosotras, como nos gustaba hacerle fiestas al Niño Jesús, cogíamos piedras (pequeñas) y yo las metía en las trenzas, Loli en las mangas y Jacinta se las daba a él; pero no las cogía, _sólo se sonreía... (Mari Cruz en esta ocasión le ofreció al Niño unos caramelos que le habían traído). Y Ella nos HABLABA MUCHO; pero NO NOS DEJO DECIRLO.» Hay en este infantil relato bastantes cosas admirables: el milagro de la exactísima coincidencia de las cuatro en las «llamadas», a pesar de la incomunicación en que se las había puesto; el hecho de que los ánge– les, cumplida su misión (de preparar y acompañar), se retiran discreta– mente, para que toda la atención se pose en quien de verdad importa; la ocurrencia de los espectadores, que buscand,:i entrar más eri aquella gracia de la presencia de María, ofrecen cosas a su beso, pera guardarlas luego como delicadísima irradiación de su benevolencia maternal; la reacción tan normal en unas crías ante un niño encantador: hacerle fiestas, como expresión de todo el cariño y simpatía que sienten hacia él. Pero lo más digno de atención es eso de que «Ella HABLO MU– CHO... aunque no dejara, al menos por el momento, decirlo». A las videntes tenía que permitirles muchas cosas «de crías» -¿qué madre y educadora no lo hace?-; pero Ella se cernía por encima de todas sus infantilidades y de... todas nuestras genialidades. Ella no ve– nía para hacer pasar el rato, aunque fuera divinamente; ni tampoco para derramar su bondad en multitud de pequeños favores: Ella venía sobre todo para AYUDAR Y ENCAMINAR, no confor:ne a nuestras opiniones o esquemas, sino en pleno ajustarse a los nada fáciles designios de Dios. Por eso habló tanto aquella tarde; por eso seguiría hablando otras mu– chas tardes, .. Bastante&. cosas, las que de verdad interesaban a todos o a muchos, se irían sabiendo en su momento oportuno; bastantes otras

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