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EPILOGO Llegado ya al final de esta larga empresa, siento una mezcla de alegría y de liberación. Alegría, por creer que he hecho una obra bue– na. Liberación, por no estar ya bajo el afán cotidiano de acabarla cuanto antes. Con mucho esfuerzo y tras de innumerables horas de trabajo (revi– sando papeles y poniendo orden en un ingente caos informativo), me parece que he logrado reconstruir los ,hechos y el ambiente del Gára– bandal de las «apariciones»... , con lo que puedo ofrecer a todas las personas de buena voluntad su primera historia. * * * La «historia» de Garabandal, por lo que se refiere a las protagonis– tas y «su circunstancia» (o, mejor, sus circunstantes), no ha sido -ni es- del todo «angélica»... , como parece que fueron las de Lourdes y Fátima. Yo encuentro por eso a Garabandal como más en la línea de la His– toria de la Salvación, más en la línea de la misma Iglesia, donde las hermosas y altísimas intervenciones del cielo han tenido que entremez– clarse de continuo con lamentables y repetidas miserias humanas; con el resultado que ya sabemos: una realidad muy compleja, desconcer– tante a veces, que si por una parte ofrece abundantes pruebas para que muchos encuentren «su verdad», no deja por otra sin motivos a los que se detienen en la duda y negación. Yo creo en la autenticidad sobrenatural de Garabandal, tomado en su Conjunto. Pero no todo me ofrece la misma garant,ía. Pienso que puede señalarse la siguiente escala de credibilidad:

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